Crítica de ‘Tarde para la ira’, de Raúl Arévalo
Tarde para la ira, pero también para el cine puro, desnudo, sin miedo a nada, con ganas de mostrarte rabia, gente de barrio, y sobre todo calle, mucha calle
Tarde para la ira, pero también para el cine puro, desnudo, sin miedo a nada, con ganas de mostrarte rabia, gente de barrio, y sobre todo calle, mucha calle
Nadie sabrá nunca por qué te fuiste, pero no nos importa, la vida es un viaje, una viaje en el que estamos para disfrutar
Atrás quedan los años en los que Spielberg conseguía emocionarte con un plano de una niña corriendo con un vestido rojo entre medias de los horrores de la guerra.
Arturo Ripstein lucha contra el dolor, el rencor, se hace su aliado, lo ama, y pone al espectador contra las cuerdas del ring de la vida, nos muestra su lucha.
‘Grandma’ es una obra escrita por sus personajes, cuya tinta y alma son la dirección y las interpretaciones de sus actores, destacando a una magnética, carismática y adorable Lily Tomlin.
«Y recuerdo que no paraba de pensar: ¿con quién voy a jugar ahora?», dice James Dean a Dennis Stock en el tren que los lleva a la Indiana natal del actor.
El sótano de un país, un sótano que todo país tiene, porque sobre todo resplandeciente cambio hay un fondo de sufrimiento.
«Es difícil saber la verdad y creo que nunca la sabremos…», dice Álvaro Longoria en el plano final del film, como si de un acto de resignación se tratara
«Han pasado rápido estos cuatro días»… dice Tomás, acto seguido comienza a llorar, dos tímidas lágrimas hacen que se entrecorte lo que parece ser una de despedida.
Pobres románticos, qué va a ser de ellos»…podría ser la frase que define, de una manera casi profética el tratamiento de este film dirigido por Tom Vaughan.