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No, Paulina no puede cambiar el mundo porque el mundo tiene un fallo estructural

 

E

s un discurso perfectamente argumentado. El de Paulina, el personaje protagonista. Es un debate controvertido e incómodo. El que propone Santiago Mitre, el director. Controvertido e incómodo, pero necesario. Se trata de darle la vuelta a ciertas convicciones, a las condenas más firmes, las sociales, las que se imponen a aquellos que comenten actos completamente injustificables, eternamente dolorosos, irreparables. El grueso condena. Los menos se preguntan cómo se podría haber evitado. Y un porcentaje ínfimo de entre los menos se acerca a la posible solución.

La manera que tiene Mitre de presentar y zanjar su película es muy significativa. Empieza con un plano secuencia: una discusión entre un padre y una hija, una discusión tensa pero sana, razonada. Paulina es brillante, es abogada, heredera de un reputado juez, lo tiene todo, pero es una idealista, quiere cambiar el mundo de forma activa y su padre, aunque no la comprende, la respeta. Pasión reflexiva frente a razón emotiva.

Termina con otro plano secuencia: Paulina caminando hacia delante, con sus ojos clavados en el espectador, con el orgullo tocado, pero la dignidad intacta. Paulina empieza y termina, pues, tomando decisiones. Elige. Tiene libertad. Es lo que ocurre entre medias lo que no puede controlar. No, Paulina no puede cambiar el mundo porque el mundo tiene un fallo estructural. No piense el lector que se trata de un alegato político… o sí. Ella deja la abogacía para ejercer de profesora en un barrio periférico: a sus alumnos, a los que la escuchan, les habla de política, de derechos, de obligaciones…

La violencia sexual contra la mujer, la que se ha vendido como médula del film, pasa así a un segundo plano, convirtiéndose en la consecuencia directa de algo que consideramos por costumbre menos grave: un entorno nocivo. Paulina, esa mujer que está dispuesta a cambiar ese entorno desde dentro, termina siendo víctima de ‘las consecuencias’. No es una ironía del destino, es una forma, un tanto dura pero honesta, de señalar la raíz de los problemas.

Paulina es violada, ‘por confusión’. Conoce a sus agresores. Lejos de querer venganza, lo que busca es el origen de tal conducta. Evidentemente, la falta de educación. No la falta de educación académica, sino formativa, la que se debería de priorizar en las escuelas, la que se deja para el final, la que te enseña a vivir en este mundo respetando y haciéndote respetar. Conviviendo se dice.

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La premisa del ‘remake’ o ‘revisión’ que hace Santiago Mitre de La patota de Daniel Tinayre permanece intacta, pero actualizada, con matices: la figura del padre no es la de hombre frío y autoritario, sino la de hombre que actúa ante el dolor; la de Paulina no es la de victimista, santa con aura, ejemplo de divinidad, sino la de mujer independiente que actúa ante la realidad. Mitre además plantea la trama desde todos los puntos de vista posibles, así queda reflejado en el montaje, en ese sentido, es más generoso y justo, pues también humaniza ‘al monstruo’, que no nació monstruo, sino humano.

La de Mitre es una película más cruda y menos romántica que la de Tinayre –en parte porque el rostro de Dolores Fonzi es firme y el de Mirtha Legrand en los 60 absoluta dulzura-, pero lo cierto es que entra mejor. Dijeron de Tinayre en su día que era un adelantado a su tiempo… Mitre está en el tiempo justo, pero gran parte del público seguirá sin entender a su Paulina, porque hay algo que aunque ha intentado mejorar en su película, poco ha cambiado en la sociedad: el concepto paternalista, la idea de protección absoluta, de reclusión de la mujer ante los peligros del hombre, al amparo de otros hombres… (en la adaptación de los 60 Paulina acaba arropada por su padre y su novio, en esta acaba sola). No entiende a Paulina quien sigue pensando que la mujer ha de ser protegida en lugar de protectora.

Lo que nos lleva al concepto del que vengo hablando: el de la educación. La Paulina de los 60, la de Tinayre, dice a sus alumnos -rememorando a Nietzsche-, que “el hombre puede dominar sus instintos con la voluntad”, les habla de represión y se dirige al género masculino. Sus alumnos terminan asumiendo que la maestra de filosofía -que cosas de la época confía en Dios y en aquel que  habló de su muerte sin que esto parezca una contradicción-, les ha dado una lección, una lección un tanto moralista. Lo moralista se suele quedar en la superficie. Sin embargo la Paulina de Mitre se dirige a ambos géneros, no les habla de represión, sino de libertad, de la libertad que da la cultura. En el fondo es un gran paso para hacer justicia.

Paulina_Cartel

Paulina
F_Punt_4

· Año:2015
· Duración:
· País: Argentina
· Director:Santiago Mitre
· Guión:Mariano Llinás, Santiago Mitre (Historia: Eduardo Borrás)
· Fotografía:Gustavo Biazzi
· Reparto:Dolores Fonzi, Oscar Martínez, Esteban Lamothe, Cristian Salguero, Verónica Llinás, Laura López Moyano

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