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Revisitamos ‘Alien, el octavo pasajero’ de Ridley Scott

 

Después de treinta y cinco años del día de su estreno, Alien vuelve durante una semana a la gran pantalla en Madrid y Barcelona. La película de Ridley Scott, galardonada con el Premio de la Academia por sus efectos visuales y considerada una de las cintas de terror/ciencia-ficción más emblemáticas de todos los tiempos, se puede enorgullecer de no haber envejecido como otras coetáneas del género. Tras casi cuatro décadas, los pasillos de la Nostromo continúan transitados por las sombras del horror, que se funden como fantasmas tenebrosos con el humo, el incesante vaivén de las luces amarillentas y las estruendosas alarmas de una nave al borde de su último aliento. La desesperación se disputa con el miedo el primer puesto en la realidad de los tripulantes, poniendo de relieve el estremecedor significado de aquel eslogan del 79 que rezaba, bajo las asépticas letras blancas del título original, una idea escalofriante: “en el espacio nadie puede oír tus gritos”.

El éxito de Alien no solo vino por ser una de las pocas películas de ciencia-ficción que se tomaba en serio la historia que contaba, sino que se encuentra sobre todo en un acertadísimo – e inesperado – casting y un diseño de producción sobresaliente. A esto se le añade la banda sonora de Jerry Goldsmith, que entremezcla a nivel musical una sensación de paz casi ingrávida con una tensión constante que mantiene en vilo a cualquier espectador atento. Por otro lado, lejos de querer plagar de caras conocidas las habitaciones de la Nostromo, Ridley Scott decidió escoger actores poco conocidos. Muchos de ellos eran secundarios y casi todos superaban los cuarenta años. Utilizar un elenco de estas características le confería a la cinta un realismo que ya de por sí sorprendía por la minuciosidad de los decorados y los efectos visuales.

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Alien también jugaba con una historia ambigua y cambiaba los roles del género a los que la industria hollywoodiense estaba acostumbrada. Ridley Scott venía de rodar su ópera prima, Los Duelistas, y todavía no tenía control sobre la producción de sus películas. Muchas ideas originales fueron rechazadas por la Fox, como aquella en la que la joven Ripley acaba decapitada por la bestia en el desenlace de la película o el hecho de utilizar el metraje de tres horas y media que se llegó a rodar para el montaje final. Al final Scott decidió que la historia estuviese protagonizada por caras poco conocidas, y que estas, además, fuesen desapareciendo en orden inverso. Es decir, los actores más famosos (John Hurt y Harry Dean Stanton) debían ser los primeros en morir, y el personaje en inicio más intrascendente, la teniente Ripley, encarnado por Sigourney Weaver –una actriz que venía de Broadway y que no tenía un nombre en la industria– cobraría importancia hasta convertirse en protagonista. Se creó una línea transversal que partía por la mitad las pautas narrativas con las que el público estaba familiarizado.

A todos estos aciertos se le añade el uso de una técnica utilizada por Spielberg cuatro años antes. Para hablar de Alien hay que hacer una serie de comparaciones conceptuales con Tiburón. Para empezar, ambas películas desarrollan su acción en un lugar desconocido para el hombre: el mar y el espacio. Las dos están protagonizadas por veteranos que luchan contra un ser superior; es más, hay dos frases muy similares en ambas películas donde se enaltece la pureza y la superioridad de la bestia. Tanto Hooper (Richard Dreyfuss) en Tiburón como Ash (Ian Holm) en Alien declaran en un momento cumbre de la obra que el ser hostil al que se enfrentan es un organismo perfecto, un milagro de la evolución. A esto se le suma el punto clave del éxito de las dos cintas: ocultar al enemigo durante prácticamente todo el metraje. El hecho de que el extraterrestre no se vea hasta casi la mitad de la película y que las pocas veces que aparece sea entre sombras (salvo en el desenlace) le confiere a la atmósfera un tono de incertidumbre y miedo. Otras grandes películas del género, como La cosa, La invasión de los ladrones de cuerpos o La semilla del diablo, también encuentran su fuerza en el terror que genera lo desconocido.

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Finalmente, cabe destacar el trabajo del suizo Hans Rudi Giger, diseñador de prácticamente todos los decorados de la película y de los diferentes trajes. Giger abogaba por una estética cadavérica y visceral y por unos decorados que, en palabras de miembros del reparto, bailaban entre lo fálico y lo vaginal (todo en general en la película está cargado de connotaciones sexuales). Su trabajo fue el que ayudó a establecer el tono de la película, y probablemente gracias a ello todavía sigue siendo tan cautivador y atrayente como hace treinta y cinco años. Todo ello, añadido a un reparto tan característico, una banda sonora escalofriante y una dirección extremadamente madura para ser una ópera prima, es lo que convierte Alien en una de las películas más importantes de todos los tiempos; una obra cumbre que, junto a 2001: Una Odisea del Espacio y La guerra de las galaxias, se puede enorgullecer de encumbrar el género de la ciencia-ficción.

Alien_el_octavo_pasajero_posterAlien, el octavo pasajero

· Año: 1979
· Duración:116 min
· País: Estados Unidos
· Director: Ridley Scott
· Guión: Dan O’Bannon
· Fotografía: Dereck Vanlint & Denys Ayling
· Reparto: Sigourney Weaver, John Hurt, Yaphet Kotto, Tom Skerritt, Veronica Cartwright, Harry Dean Stanton, Ian Holm

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