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Encontrado el Babadook en un libro de Edward Gorey

 

Jennifer Kent ha creado un clásico del terror. No sabemos si esa era su pretensión, pero lo ha hecho. Suponemos que ningún cineasta –medianamente cuerdo y humilde-, piensa que va a lograr semejante hito con su primera película. Menos cuando nadie esperaba que alguien fuese hacerlo, cuando tantísimos fans del género habían tirado la toalla, habían aceptado que no habría ser capaz de volver a hacer una obra original y fiel en su justa medida: sin pecar de excesiva originalidad ni de excesiva fidelidad. Los adeptos al género de terror llevaban años venerando películas de otras décadas y aplaudiendo con esmero remakes, segundas y terceras partes de glorias pasadas. No había otra opción. Pero entonces llegó ella…

Llegó ella con un monstruo nuevo, pero muy familiar… con una historia diferente, pero que nos sonaba haber escuchado… con un montaje fresco, pero que bebía del cine de terror de los grandes maestros, y cuando digo de los grandes maestros me refiero a los primeros maestros, no solo del cine de terror sino del cine como arte. Jennifer Kent ha hecho un clásico contemporáneo porque ha sabido aprovechar lo mejor que ha dado el cine de terror desde que este naciera como concepto para crear su Babadook. Digamos que, a pesar de lo raro que pueda sonar esto, Babadook es una película para todos los gustos pues a quien no le apasione este tipo de cine puede encontrarle el puntillo en el lado psicológico, el de los monstruos internos. Tampoco es una película densa, ni tremendamente aterradora para el más susceptible, tiene incluso sus momentos graciosos, graciosos que no penosos, no confundamos. Aludimos al humor negro.

La película de esta directora australiana ha levantado pasiones especialmente entre mitómanos y puristas. Los primeros no tardarán en convertir a Kent en digna heredera del público de Tim Burton, alabarán aquel corto que presentó en 2005 y que pocos conocían hasta ahora, comprarán su libro, llenarán sus estanterías con merchandising y lucirán camisetas impresas con su monstruo –como nosotros-; a los segundos se les iluminarán los ojillos cada vez que vean los fragmentos de películas de Méliès y Segundo de Chomón invadidos por Babadook –como a nosotros-.

Sí, a nosotros también nos ha entusiasmado la irrupción de este nuevo monstruo en nuestras vidas, pero antes de obsesionarnos con él hemos querido buscar su origen.

Buscando a Babadook encontramos a Amelia

La primera de las pistas para encontrar a Babadook aparece de forma evidente en la propia cinta: el cine de principios del siglo XX, el que se utilizaba para asustar e impresionar. Jennifer Kent incorpora, como hemos comentado, fragmentos de películas de Georges Méliès y Segundo de Chomón a la historia, y lo hace haciéndonos creer que, quizá, Babadook es fruto de las pesadillas que puede generar el visionado de estas imágenes a altas horas de la madrugada en toda mente delicada. Esa es la extraña forma que tiene Amelia, la protagonista del film, de conciliar el sueño llegada a un punto de desesperación. Normal que tenga alguna que otra alucinación. Pero no, por ahí no amedrenta el Babadook, tan solo la pasión de la directora por el cine mudo, por el magnetismo del silencio, pasión que traslada a su personaje.

Y como ahí no estaba le seguimos la pista entre películas de la escuela expresionista, alma y luz de todo film de terror que se precie… quizá encontremos alguna sombra con capa y sombrero en El gabinete del doctor Caligari, o en las primeras alucinaciones de Fritz Lang… No. Ahí tampoco está Babadook, pero sí encontramos algo curioso en la filmografía de Lang, quizá el origen del personaje femenino de la película de Jennifer Kent, una mujer aturdida de principio a fin no por los gritos y paranoias de su hijo, sino por la perdida de su marido… como la protagonista de Las tres luces.

Pero si el origen de su trauma estaba en una de Fritz Lang, las consecuencias de éste son calcadas a las de una de Roman Polansky. Amelia da tanto miedo en Babadook como Carol Ledoux en Repulsión, (véase esta escena), y lo que da más miedo aún, atendiendo a estos dos personajes tan dulces y malignos, es observar como espectador lo que puede ser capar de hacer una persona con un trastorno importante descontrolado…

Continuamos indagando entre las obras de otro maestro del terror, ‘EL’ maestro del terror dicen algunos: Mario Bava. Nos habían chivado que seguro que encontraríamos algo por ahí . ¡Y vaya si lo encontramos! Concretamente en la última película que nos dejó este autor: Shock (aquí  la secuencia más evidente). Pero no… no se trata de Babadook. De nuevo Amelia, que ante la soledad que invade su corazón busca autocomplacerse bajo la intimidad de sus propias sábanas, las mismas en las que encuentra el delirio ante una presencia extraña.

Muy bien, tenemos bien localizada a Amelia: madre soltera con un hijo fantasioso y complicado construida por dentro y por fuera a partir de películas de Méliès, Segundo de Chomón, Fritz Lang, Mario Bava y Roman Polansky; pero… ¿dónde está Babadook?

Babadook está en un libro, ¡cómo no!

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Habíamos perdido toda esperanza de encontrar al monstruo cuando cayó en nuestras manos un libro de ilustraciones. ¡Dónde, si no, iba a estar Babadook! Miedo nos dio abrirlo… Su título: The Disrespectful Summons. De Edward Gorey. Ningún sobresalto. Sobrevivimos. Resultó ser más ‘tierno’ que el que persigue a Amelia y a su hijo Samuel.

Babadook es una mezcla de personajes macabros de Gorey. Nos quedamos más tranquilos. Sin embargo, evidentemente, no fue la mano de Gorey –que en paz descanse-, la que dibujó el monstruo de Jennifer Kent, sino la de un artista cuya obra merece la pena visitar, su nombre: Alexander Juhasz. El mismo Alexander Juhasz que diseñó los personajes del videoclip del tema The Rifle´s Spiral, de The Shins –sí, esto es muy frikie, pero merece la pena verlo (aquí), no os arrepentiréis-.

Ahora sí, tenemos al Babadook atado, pero queda otra duda por resolver… ¿Por qué Babadook? La respuesta es mucho más sencilla. Según ha relatado la propia directora, mientras perfilaba el guión junto a un escritor serbio ésta le preguntó: «¿oye, cómo se llama al Hombre del Saco en Servia?” Su respuesta fue: «Babaroga». A Kent no le convenció del todo el ‘roga’ pero sí el ‘baba’ así que empezó a probar diferentes terminaciones. Así nació Babadook.

 

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