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uiero creer que todos tenemos un inmenso mundo interior en el que jugar en nuestros momentos de soledad. A veces me pregunto cómo en un cerebro humano cabe semejante inventiva, cómo la imaginación crea imagen en movimiento, la traslada a lugares imposibles que se convierten en cercanos, la confunde, la dilata y comprime. Magia esperpéntica. Lo llaman creatividad –cierto es que en algunos es más limitada que en otros-. Lo llaman creatividad solo si se exporta. Y cine solo si se proyecta. ¿Y qué pasa con lo que queda dentro? ¿Con lo que muchas veces no podemos o queremos compartir? ¿Con lo que solo nosotros podemos ver? Cuántas grandes novelas, cuántos maravillosos guiones habrán quedado alojados en pequeños recovecos entre materia gris.
La historia que imagina Ingrid (sexy, espontánea y divertida Ellen Dorrit Petersen) no está destinada a eso porque queda escrita, queda retenida como un archivo .doc en su ordenador, podríamos leer sus palabras… pero solo ella puede verla montada en su cabeza, solo ella entiende las elipsis, los cambios de plano y de localización, las secuencias incompletas y tergiversadas, solo ella puede ver los colores, la textura. Solo ella puede sentir su historia. Ingrid se ha quedado ciega, no se atreve a salir de su casa, la calle, las personas le parecen elementos peligrosos, su mundo ahora es su hogar, lugar también hostil a ratos, cuando no sabe quién o qué hay dentro. Utiliza sus recuerdos para alimentar su mente y su realidad. Manipula, inventa, se confunde a sí misma y al espectador…
Hablo de Ingrid como si fuera ella la directora de esta película. Si lo hago es porque en parte lo es, pero tras esa mente maravillosa hay un debutante no tan debutante que no solo ha sido capaz de crear una narrativa audaz y diferente, también ha conseguido meterse en la piel y en el universo de una mujer muy especial explotando su sensualidad y su sexualidad sin ser obsceno –aunque la mente de su personaje a veces lo sea- o superficial. Pocos hombres pueden hacer algo así. El nombre de este individuo es Eskil Vogt, os sonará si habéis visto y habéis estado atentos a los títulos de crédito de las películas de Joachim Trier. Vogt su guionista, su colaborador. Trier había hecho ‘tangibles’ las letras que habían escrito de manera conjunta para Reprise y Oslo, 31 de agosto; ahora Vogh se lanza en solitario, desplegando su talento y dejando ver reminiscencias de estas dos obras en su primera película como director: el juego literario de los protagonistas de Reprise, la soledad del protagonista de Oslo, 31 de agosto, y el lenguaje intimista de ambas.
Vogt ha decidido que Ingrid sea ciega, pero no para compadecerse ni para denunciar carencias –aunque a veces pueda parecerlo-, quede claro que no es ese el trasfondo del film sino su excusa para explorar, para explorar las múltiples maneras que existen de defender un argumento, de contar historias, de dónde nacen y dónde mueren, y hacer patente la subjetividad intrínseca en cada una de ellas. La estética, el lenguaje y el montaje son muy potentes en Blind, pero no son su único fuerte. Eskil Vogt ha dado vida a una mujer dulce, pícara y vulnerable. Un personaje completo, profundo, confuso y contradictorio, que crea personajes completos, profundos, confusos y contradictorios, que vive en un universo paralelo dentro del propio tan real que abruma y enternece.
Estamos ante un guión trabajado y rodado como pocos y un análisis sobre la psicología humana -sus metas y sus miedos-, diferente. Ingrid es ciega, como todos. Es bella, como todos cuando nos proponemos serlo.
Blind
· Año: 2014
· Duración: 96 min
· País: Noruega
· Director: Eskil Vogt
· Guión: Eskil Vogt
· Fotografía: Thimios Bakatakis
· Reparto: Ellen Dorrit Petersen, Vera Vitali, Henrik Rafaelsen, Marius Kolbenstvedt, Stella Kvam Young, Isak Nikolai Møller, Jacob Young, Nikki Butenschøn, Erle Kyllingmark