«…El camino de la vida puede ser libre y hermoso, pero hemos perdido el rumbo. La codicia ha envenenado las almas. Ha levantado barreras de odio. Nos ha empujado hacia la miseria y un baño de sangre.
Hemos progresado muy deprisa, pero nos hemos encerrado en nosotros. El maquinismo, que crea abundancia, nos deja en la necesidad. Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco.
Más que máquinas, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura. Sin estas cualidades, la vida será violenta. Se perderá todo.
Los aviones y la radio nos hacen sentirnos más cercanos. La verdadera naturaleza de estos inventos exige bondad humana. Exige la hermandad universal que nos una a todos nosotros.
Ahora mismo mi voz llega a millones de seres en todo el mundo, a millones de hombres desesperados, mujeres y niños. Víctimas de un sistema que hace torturar a los hombres y encarcelar a gentes inocentes.
A los que puedan oírme, les digo: no desesperéis. La desdicha que padecemos no es más que la pasajera codicia y la amargura de hombres que temen seguir el camino del progreso humano.
El odio de los hombres pasará. Y caerán los dictadores. Y el poder que le quitaron al pueblo, se le reintegrará al pueblo. Y así, mientras el hombre exista, la libertad no perecerá…»
El Gran Dictador, Charlie Chaplin (1940)
Y quizá ahora pecamos más de sentir demasiado y pensar muy poco. Hipocresía. La misma que imperaba cuando Charlie Chaplin estaba preparando esta película. Hitler invadió Polonia cinco días antes de comenzar el rodaje. Contaba entonces con multitud de simpatizantes en Estados Unidos y Chaplin no dejaba de recibir amenazas… Pero visto cómo se las gastaba Hitler por Europa, esta película pasó de ser ‘una provocación’ susceptible de ser censurada a ser una necesidad, una herramienta de propaganda antinazi que no venía nada mal a Roosevelt (propaganda comunista para quienes preferían a Chaplin con la boca cerrada).
Pero al margen de este complicado contexto que todo lo impregna, El gran dictador tiene otros ganchos que han pasado a formar parte de la historia del cine: su personaje -que ya no es, ni volverá a ser Charlot-, habla por primera vez, y por primera vez vemos a Charlie sin máscara pronunciando un discurso honesto que trasciende el tiempo. Una bofetada en la cara que de vez en cuando merece la pena aguantar. Hoy puede ser un buen día para hacerlo.
Y para aliviar el picor… Esta secuencia: