– Hoy ha venido a buscarme la muerte. Estamos jugando una partida de ajedrez. Es una prórroga que me da la oportunidad de hacer algo importante.
– ¿Qué piensas hacer?
– He gastado mi vida en diversiones, viajes, charlas sin sentido… Mi vida ha sido un continuo absurdo. Creo que me arrepiento. Fui un necio. En esta hora siento amargura por el tiempo perdido. Aunque se que la vida de casi todos los hombres corre por los mismos cauces. Por eso quiero emplear esta prórroga en una acción única que me de la paz.
– Por eso juegas al ajedrez con la muerte…
– Emplea una táctica muy hábil, pero todavía no he perdido ni una sola de mis piezas.
– ¿Y supones que podrás engañar a la muerte con tu juego?
– Gracias a una combinación de alfiles y caballos que aún no me ha descubierto. Una jugada más y le arrebataré la reina.
– Lo tendré en cuenta…
– Me has traicionado. Tratas de engañarme, pero cuando nos enfrentemos de nuevo yo encontraré una salida.
– Nos veremos pronto. Seguiremos jugando.
El séptimo sello, de Ingmar Bergman
«Cuando era niño acompañaba muchas veces a mi padre cuando tenía que ir a presidir el servicio religioso en las pequeñas iglesias aldeanas de los alrededores de Estocolmo… Mientras que mi padre predicaba desde el púlpito y la congregación de los fieles rezaba, cantaba o ponía atención, yo concentraba toda mi atención en el misterioso mundo de la iglesia: sobre las bajas bóvedas, los gruesos muros, el aroma de la eternidad, la luz solar vibrante y de vivos colores sobre la extraña vegetación de las pinturas medievales y de las esculturas sobre techos y paredes. Había todo lo que la fantasía podía desear: ángeles, santos, dragones, profetas, demonios, niños. Había animales aterradores como la serpiente del paraíso, la burra de Balaam, la ballena de Jonás, el águila del Apocalipsis… En el bosque estaba la muerte y jugaba al ajedrez con el caballero… Por el contrario me defendía contra el drama siniestro que sospe – chaba cuando contemplaba la imagen de la crucifixión en el coro. Me dominaba la horrible crueldad y el sufrimiento sin medida. Sólo mucho más tarde la fe y la duda se convirtieron en mis fieles compañeros de camino».
Ingmar Bergman (Colección ‘Voz Imagen. Serie Cine’ Vol. 10)