“Soy una mujer mantenida, si no me ayudaran no podría dedicarme al cine, a mí hacer cine no me sale rentable”
C
laudia Sainte-Luce es una mujer sencilla, humilde… está sentada cómodamente en el rincón de un sofá de un hotel céntrico de Madrid. Habla muy bajito, parece tímida. No quiere aparentar nada, no quiere ocultar nada. Esa es la primera impresión que me llevé de la directora al verla, al comenzar esta entrevista. Según iba avanzando nuestra charla un grupo de personas comenzó a armar bullicio en la sala de al lado. Llegados a un punto escuchaba más sus chismes y risotadas que a Claudia. Me costaba entenderla, pero no dije nada. De pronto Claudia se levantó sin dar ningún tipo de explicación, caminó con calma hasta el origen del ruido y mandó silencio. Regresó y continuamos la entrevista sin más alteraciones, ni suyas, ni mías, ni del resto. Claudia seguía hablando bajito, pero de forma honesta.
Con este pequeño gesto esta mexicana demostró que está hecha para dirigir, para dirigir bien, para dirigir con sensibilidad y contundencia. Estos atributos son sin duda necesarios para llevar a buen puerto una historia como la que nos cuenta en Los insólitos peces gato, una película personal, autobiográfica, un canto a la vida. Claudia se atreve a mostrar al mundo lo que vivió con Marta: una mujer con VIH, de mente vital, consciente de que cada día puede ser el último… y con sus hijos: jóvenes de cuerpo vital, conscientes de que cada día puede ser el último junto a su madre.
Quizá a la directora hacer esta película no le haya salido rentable –tampoco era esa su finalidad-, pero a todo el que la vea sí. Claudia ha hecho un regalo a los amantes del arte como lo hacen cada día tantos y tantos artistas. Este tipo de relatos tan reales como mágicos, de autoaceptación, son los que ayudan a cualquier espectador receptivo a poner los pies en el suelo y ante todo a sentirse agradecido. Así se sintió ella cuando conoció a Marta y a su familia. El sentimiento fue recíproco: Claudia adoptó a esta familia y esta familia adoptó a Claudia.
Farrucini: El título de la película, Los insólitos peces gato, se ve literalmente en muchos momentos de la película en una pegatina que hay en un acuario. ¿Qué significa y por qué decides introducirlo así?
Claudia Sainte-Luce: La pegatina fue un accidente… quería decorar la pecera del personaje de Armando y ojeando una revista mientras estábamos esperando reemplazar la cámara, vi eso, era el titular de un artículo, lo recorté rápido. Leí que eran una especie de peces que viven en Nueva Orleans, creo recordar, que siempre se mueven juntos. Dije: “¡Ay! ¡Mira qué chistoso!”. No pensé nada más allá. Cuando veía la película una y otra vez, que se llamaba Encuentro en un principio, dije: “No, este título no me gusta… ¡Claro, es que tiene que tener este!”. Ellos son como este tipo de peces que se mueven juntos a todos lados y que lo que les hace únicos es esta unión, por eso le cambié el título.
F: Ellos se mueven juntos, pero tú -si no tú, sí el personaje que se inspira en ti-, se mueve sola. Cuando conociste a Marta, ¿estabas realmente atravesando semejante momento de soledad?
“La existencia empieza a cobrar sentido cuando alguien voltea a verte a los ojos, si alguien no voltea a verte a los ojos no estás seguro de si estás aquí y ahora”
CSL: Pues yo creo que siempre atravieso esos momentos de soledad, creo que como seres humanos nacemos con ese hueco y cada quién lo llena de distintas maneras. En aquel momento no sabía bien cómo llenarlo y el conocer a una persona que veía de esa manera la vida… la veía así gracias a la muerte, a esa incertidumbre de no saber si pasas de mañana; pues me dio un aliento, fue como decir: “¿Por qué me siento yo así si hay gente que está viviendo cosas peores?”. Cobró sentido mi existencia gracias a que ella volteó a verme. Yo creo que la existencia empieza a cobrar sentido cuando alguien voltea a verte a los ojos, si alguien no voltea a verte a los ojos no estás seguro de si estás aquí y ahora, pero cuando el otro se ancla a tus ojos ya uno dice: “¡Ah! ¡Sí! Estoy aquí. A alguien le importo”. En ese sentido Marta me ayudó bastante y creo que si me animé a hacerlo fue porque todo empezó por un accidente…
F: Pero pasaron siete años desde que Marta falleció hasta que escribiste el guión…
CSL: Sí, yo me dediqué entre tanto a hacer segundo asistente de dirección, no escribía, hasta que conocí a mi maestra de guión y me dijo: “Mira, ¿por qué no escribes esta historia?”. Creo que en la vida siempre necesitas a alguien que confíe en ti, que te de ese empujón para avanzar, y en este caso fue ella.
F: ¿El haber vivido esta historia entonces está directamente relacionado con que hayas querido hacer tu propio cine o aunque no la hubieses vivido lo habrías intentado con otra historia diferente?
CSL: Pues no, porque como estaba haciendo segundo asistente de dirección, luego empecé a estudiar actuación, me gustó mucho, estuve un tiempo en teatro, y luego por este accidente que me hizo conocer a mi maestra de guión… Ella escribió una película que dirige y me dijo: “Oye, ayúdame con el casting”. Empecé a ayudarla y en un día de trabajo le cuento esta historia, me invita a su taller de guión, empiezo a escribirla y ya… Pero mi finalidad no era la de “algún día haré una película”.
F: ¡Pero más que un accidente conocer a tu maestra fue una suerte!
CSL: Sí, sí, lo fue (sonríe).
F: ¿Cómo recuerdas tu primer encuentro con aquella familia?
CSL: El primero, primero, primero… pues hay mucha ficción, no los conocí de la manera que muestro en la película, fue distinto. Pero el primero que recuerdo fue una comida en casa de Marta, ella acababa de salir del hospital, estaba muy débil. La manera de conocerles fue que conocí a Alejandra trabajando, trabajábamos juntas de meseras, y ella me invitó a su casa, Marta hizo hot dogs, nos sentamos a la mesa y duramos como unas cinco horas platicando. Luego llegaron Mariana y Armando de un alberca, llegaron en traje de baño, empapados… Esa imagen es la que tengo de cuando les conocí.
F: ¿Por qué decidiste cambiar el primer encuentro y trasladarlo a un hospital?
“Uno hace ficción para resumir, acotar y potenciar la realidad, dramáticamente hay cosas que no funcionan, hay que ir al grano”
CSL: Había también algo de eso… pero la realidad ya existió, no hay por qué copiarla tal cuál. Uno hace ficción justo para resumir, acotar, potenciar la realidad; y dramáticamente hay cosas que no funcionan, que son laxas, uno tiene que ir al grano. Esa es la gracia de la ficción.
F: ¿Cómo se tomaron los hijos de Marta que escribieras este guión?
CSL: Primero lo escribí para mí. Después cuando ya quise hacerlo y aplicar para un fondo les leí la historia y bueno, a todos les gustó, me dijeron: “¡Sí, hazla por favor!”. Y así fue, empecé a filmarla.
F: Una de las actrices es su hija, Wendy Guillén… ¿se había puesto delante de una cámara antes?
CSL: Ella estudió teatro, pero no es algo a lo que se dedicara formalmente en aquel momento. Yo tenía mucho miedo de pedirle que hiciera el personaje porque era como hacerla revivir la pérdida de su madre, pero cuando se lo propuse me dijo: “Sí, claro que lo hago, porque puedo verlo desde otro punto de vista, así que me va a ayudar”. Pero fue ella la que me ayudó a mí, y creo que es un elemento lindo que hace que los demás confluyan. Ayudó con su sola presencia.
F: El personaje de esta madre supone físicamente es una transformación tremenda, ¿Cómo lo trabajaste con la actriz Lisa Owen?
CSL: Tardé como unos dos meses en encontrar a la actriz porque ninguna estaba dispuesta a dar eso por el personaje, ni física ni emocionalmente, ni darme el tiempo que necesitaba de ensayos. Yo les pedí dos meses de ensayo, en México eso no es tan normal, se ensaya una semana, dos… Esto eran dos meses que no podía pagar, solo pagaba el tiempo de rodaje, entonces era difícil encontrar eso, hasta que encontré a Alicia. Ella desde el primer momento me dijo: “Mira, me diste una semana para preparar el casting y solo he podido bajar dos quilos, pero te prometo que voy a bajar los que haga falta”. Cuando ya ves esa disposición, ya hay algo que empieza a emanar. Lo segundo es que le hablaba mucho de Marta y lo tercero es que ella hablaba mucho con Wendy, eso también le ayudó mucho mucho a crear el personaje porque, por más que yo le pudiera decir, Wendy es una de sus hijas, entonces fue muy lindo.
F: Me parece extraño que te costase encontrar una actriz para interpretar un personaje tan hermoso… ¿Te encontrarse con mucho ‘divismo’?
CSL: Como actores ellos necesitan el dinero ya, ya, ya. No pueden arriesgarse a un producto que no es el mejor pagado y que no saben cómo funcionará, de alguien que no conocen, que nunca ha hecho nada… Pues así, es difícil que se arriesguen. No diría tanto por el divismo –algunos que sí-, pero la mayoría es que confían más en algo que ya conocen. Es así.
F: ¿Cómo te venderías para que confiasen en ti, en tu cine?
CSL: No… Quien quiere estar está y quien no, no. Creo que no es una cuestión de venderse, creo que el proyecto mismo encuentra a las personas que deben estar. Cuando uno empieza a pensar de esa manera… algo no está bien.
F: Dado que es una historia personal, ¿te planteaste interpretarte a ti misma o algún papel en la película?
CSL: Sí, pero ya estoy muy vieja para eso (risas). Ya no me veo como me veía a esa edad. Ahora en mi segunda película, la que acabo de filmar sí actúo…
F: ¿Nos puedes adelantar algo de esta película que acabas de filmar?
CSL: Sí, la terminé hace nada, fueron siete semanas, se llama La caja vacía. La hago con una chica que hace montaje aquí en España y espero acabarla el próximo año.
F: Esta la terminaste de rodar en 2012, ¿cómo se lleva la incertidumbre de saber si se estrenará en otros países, cuándo, cómo?
CSL: Estás un poco a merced de la gente de ventas que la ofrezca a un país, entonces hasta que alguien de ese país la compra… España fue el país que tardó más tiempo, fue más rápido en otros.
F: Francia colabora en ese sentido, ¿no?
CSL: Francia es el agente de ventas.
F: ¿Por qué Francia? ¿Por qué no México? Se me escapa cómo funciona esto…
CSL: Esos agentes de ventas ya están instituidos ahí y ya como llevan tanta experiencia atrás pues si coges uno de tu país no es lo mismo, los distribuidores dicen: “Me voy con este porque me gusta el catálogo de películas tiene este agente en concreto, porque ya tiene un catálogo de años”. En general la industria funciona así, las películas que no son de estudio, necesitan un agente de ventas, los mejores agentes de ventas de cine independiente están en Francia, Alemania, Estados Unidos, hay uno en Holanda… –IFC Films, The Match Factory, Memento, Les Film du Losange…-. Su labor es ir de país en país y decir: “Oigan distribuidoras de España, tengo esta bonita película, ¿quién la quiere?”. Ellos van ofreciéndolas porque tú como productora no puedes ejercer esa labor, tiene que haber un intermediario. Además de hacer esa labor, el agente también hace la labor de festivales, envía y dice, vas a este, a este otro… te arma tu gira. Tú le vendes la película por una cierta cantidad y ya es suya, de cada venta obtiene un porcentaje y te da un restante.
F: He leído que el rodaje fue complicado… ¿En qué sentido?
CSL: Pues en tener a seis actores juntos, que te piden cosas a la vez, en ese. A los seis los debes atender en el momento, resolver sus dudas, hacer que los seis estén con el mismo ritmo, que no salga nadie fuera de tono. Son edades distintas, cada quien amanece de distinto humor, en ese sentido fue complicado.
F: Nada que ver con la producción entonces…
CSL: ¡Ah! Eso siempre (risas). Hay que asumirlo, es parte de esto.
F: ¿Y cómo asumir que esto que haces con tanto amor para los demás, esto llamado cine, no te da para comer?
“Antes de ponerme un sueldo prefiero pagar una locación, o a un actor, o pagar un sueldo más de un colaborador”
CSL: Pues yo porque soy una mujer mantenida de mi marido. Si mi marido no me ayudara no podría dedicarme a esto, tendría pues que o hacer de mesera… o dirigir algún comercial o algo de tele. A mí hacer cine no me sale rentable, es horrible porque no te cae dinero, te dan un fondo sí, pero ese dinero lo tienes que usar para pagar a la gente, y antes de ponerme un sueldo prefiero pagar una locación, o pagar a un actor, o pagar un sueldo más de un colaborador, porque tampoco es un gran presupuesto el que te dan. Es bastante difícil.
F: Por cierto… el cartel, y en cierta manera el momento del viaje en coche, recuerda a Pequeña Miss Sunshine, supongo que te lo habrán dicho ya, no sé si era tu intención.
CSL: Pues no era mi intención en absoluto, de hecho en algún punto me lo empezaron a decir todo el tiempo y ya decía de broma: “Sí, ¿por qué no ponemos los dos posters juntos? Marquemos las diferencias” (risas). Creo que fue una coincidencia, porque la fotógrafa que hizo el cartel decidió que quería hacer la foto así, cerca de la locación de una secuencia que ni siquiera está en la película. Fue ella la que lo decidió y coincidió que sí, son más o menos el mismo número de personajes, el carro…
F: ¿Cuáles han sido entonces tus referencias a la hora de hacer la película?
CSL: No… creo que cuando uno utiliza referencias hay algo que va mal porque es como si vas a escribir una novela y dices: “Voy a hacer una novela que tenga un poco de Kerouac, de Auster y de tal…”. ¿Para qué haces eso si ya está escrito? Escribe como tú, no escribas como otros. Eso ya está, nunca vas a ser mejor que eso.
F: Pero hay muchos autores que ven muy positivo que se rescaten referencias, no como copia sino como inspiración
CSL: Pues… En gustos se rompen géneros, ¿no? Yo no lo veo así.