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Entrevista a Anna Muylaert, directora de ‘Una segunda madre’

“En Brasil ‘Una segunda madre’ ha causado malestar y vergüenza”

 

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amás me dejarán de maravillar aquellos cineastas que consiguen hacer de personajes sencillos, humildes y defectuosos auténticos ejemplos a seguir. No me atrevo a llamar a esos personajes héroes porque no hacen cosas heroicas, sino actos simbólicos que llevan a mejorar, aunque sea de forma mínima, el mínimo mundo que les rodea, y de paso obligan al que observa a replantearse ciertas cosas. Anna Muylaert no ha creado uno, sino dos ejemplos a seguir: una madre, Val (entrañable Regina Casé), empleada doméstica en una casa de pudientes, servicial hasta el extremo; y su hija, Jéssica (soberbia Camila Márdila), una joven aspirante a arquitecto, ambiciosa, muy alejada del ambiente de su progenitora en todos los sentidos. Una, la madre, sumisa ante un micro universo casi feudal; la otra, la hija, rebelde ante un macro universo que está por explorar y cambiar. Val y Jéssica son el día y la noche, pero solo se diferencian en eso: la luz que las ilumina. Juntarlas implica recalcular los límites y alterar las reglas.

Su relación parte de una situación trillada: una madre que no puede estar junto a su hija porque tiene que trabajar para poder mantenerla, acaba siendo más madre de los hijos a los que cuida que de los propios; una hija que crece bajo el abrigo de otros que le enseñan cosas que difieren bastante de las que le habría enseñado su propia madre si hubiera tenido la oportunidad… en fin, un círculo vicioso que deja unas secuelas fáciles de adivinar. Anna Muylaert sin embargo deja al espectador que intuya y construya esta premisa, ella va al grano, a retratar las consecuencias de una educación colectiva que ha llevado a crear una sociedad muy desigual. Una segunda madre es un espejo ante el cual Brasil y todo Occidente se pueden mirar para hacer examen de conciencia.

La directora brasileña ha pulido este espejo de una manera muy inteligente, formalmente ha cuidado cada diálogo, cada plano y cada uno de los detalles que el espectador puede o no puede ver en cada secuencia. Es una película muy meditada pero muy sutil, cada uno de los roles que la directora ha dado a sus personajes –los gélidos y los cálidos- son completamente necesarios para que el público pueda hacer una reflexión y consecuentemente saque sus propias conclusiones.

La propia directora nos cuenta en una agradable charla junto a otros compañeros de medios cinéfilos los pasos que ha seguido hasta construir una película tan redonda, cuáles han sido sus fuentes de inspiración y sus sinceras intenciones con esta historia tan humana.

02/2014 - Still longa metragem ' Que Horas Ela Volta' - De Anna Muylaert foto: Aline Arruda


Farrucini: Existe una teoría que dice que los traumas, los conflictos que se quedan sin resolver, los errores sin enmendar, etc. se pasan de generación en generación. No sé si pretendías ir por ahí para crear el universo de tus personajes.

Anna Muylaert: Sin duda, toda esa estructura viene del periodo colonial, de todo el periodo de esclavitud, nunca se ha cerrado. No es como en Estados Unidos, allí se ha dado un racismo incluso mayor, pero también un contra racismo muy fuerte que ha hecho que sea más visible y por lo tanto más fácil de combatir, pero en Brasil ese racismo, que también está relacionado con todo el problema social –suele ser persona negra, persona pobre-, siempre ha estado disfrazado, y al estar disfrazado no se ha podido combatir. Siempre ha existido ese problemas social. Existen unas reglas más o menos aceptadas: la patrona da besos, trata de querida a su asistente… parece que la trata como a una igual, pero en realidad existen unas reglas invisibles que vienen de todo ese pasado. En Brasil esta película ha causado bastante malestar y vergüenza. Allí no se habla de esas reglas, pero están así impuestas, es la primera vez que se retrata algo que ellos hacen con total normalidad. De hecho, ha habido pocos, pero en uno de los pases que hice allí una amiga mía me dijo: “Tu película es buenísima, pero tengo que irme a casa corriendo, porque necesito hablar con María…”.

F: Efectivamente en Una segunda madre se refleja eso a nivel social, pero también hay algo a nivel individual relacionado con esos errores que de manera calcada cometen padres e hijos. ¿Era tu intención mostrar ese vínculo que muchos entienden como ‘destino predeterminado’?

AM: Se trataría de una cuestión más relacionada con el psicoanálisis… la película está más encaminada a mostrar las reglas sociales. Pero este tema sería interesante tratado desde el psicoanálisis. Una amiga bióloga me comentó una vez que así como se dice que las madres pasan los problemas y soluciones a sus hijos, en biología se dice que el cerebro no está formado todavía hasta los cinco años de edad, existe como una especie de ‘poda’, los padres son los que se encargan de podar ese cerebro y por lo tanto dependiendo de cómo lo hagan queda un poco aprisionado por ellos, quedan condicionadas todas esas capacidades. Es difícil cambiar a nivel estructural o social después…

¿Dirías que el personaje de Jéssica representa a la nueva Brasil, o más bien a la Brasil que desea Anna Muylaert?

“El personaje de Jéssica es el retrato del cambio en Brasil, pero también de la utopía”

AM: Un poco a los dos. Brasil siempre ha estado gobernada por los ricos, desde que llegaron los portugueses los presidentes siempre han pertenecido a la clase alta incluso aunque fueran de izquierdas, como en el caso de Fernando Henrique Cardoso, que aunque fue el primer brasileño en llegar al poder, era rico; hasta que llegó Lula, con él sí fue la primera vez que alguien de clase baja llegó al poder. Él llevó a cabo muchos cambios, otros proyectos se quedaron en el camino -porque no dio tiempo y no se pueden hacer milagros-, pero uno de los puntos más importantes fue la autoimagen, la mejora de la autoimagen de Brasil, de cómo se veían a sí mismos los brasileños; consiguió también acabar con el hambre a través del programa ‘Hambre Cero’, pero sobre todo lo que se consiguió desde entonces fue crear ese sentimiento de ciudadanía y Jéssica (Camila Márdila) es el retrato del paso, de ese cambio. Aunque se podría decir también que Jéssica va más allá de eso, ella simboliza la utopía.

¿Cómo encontraste el equilibro entre esa inspiración y la técnica de escritura para hacer posible la película?

AM: Soy guionista, escribo obras, también trabajo para televisión… soy una apasionada de la estructura dramática. He estudiado la técnica de las películas de Billy Wilder o las de Kubrick, son muy matemáticas, pero por mucho que te empeñes en seguir ese tipo de estructura, si no le añades pasión… no sirve para crear nada. Una segunda madre me ha supuesto una lucha muy larga hasta encontrar el final, no se trata tanto de técnica sino de locura. Antes de empezar a filmar, unos seis meses antes, Jéssica iba a llegar a la ciudad a cumplir un destino cliché: quería ser peluquera, llegaba a São Paulo, se hacía niñera… Pero yo quería sacarla de ese destino fatal, así que me encerré en casa durante unas semanas para reescribir, porque tenía la necesidad de decir algo diferente, además tenía la oportunidad de hacerlo con una actriz excepcional. Se me ocurrió esa idea de que Jéssica fuera a estudiar arquitectura por ese sentimiento de ciudadanía, quería que fuera a romper un poco con esas reglas invisibles, y que se hicieran visibles. La idea también se basa -me lo recomendó mi directora de fotografía-, en el cuento Casa tomada de Cortázar, sigue un poco esa misma estructura de invasión y posteriormente expulsión. ¡Así que así en dos semanas ya tenía la historia! Pero luego para configurar la estructura del guión fui siguiendo esa técnica más matemática de primero mostrar la habitación, luego la cocina, luego el salón… Para esto en concreto me inspiré en la película Teorema de Pasolini, que sigue también esa estructura. Creo que así conseguí hacer un total equilibrado.

Una segunda madre_1

Es sorprendente lo meditada que está la puesta en escena, a parte del valor simbólico de la piscina -por ejemplo-, te muestras muy distante con la familia burguesa al principio y no hay ningún primer plano hasta que llega Jéssica. ¿Para esta calidad visual te has regido por la intuición o tienes algún referente?

“Soy una apasionada de la estructura dramática. He estudiado la técnica de las películas de Billy Wilder o Kubrick, son muy matemáticas, pero sin pasión no sirve de nada”

AM: Yo lo que suelo hacer son ‘demo-películas’, está un poco relacionado con los ‘demo-tapes’ en el mundo de la música, se trata de grabar un disco en un día. Yo grabo en dos días o menos porque cuando grabas tienes la presión del tiempo, del dinero, de cien personas alrededor y así es difícil conectar con el trabajo. Me voy antes del rodaje con los actores, solamente con los actores, y eso me da mucha más libertad para buscar el plano más adecuado. Por ejemplo para encontrar el plano del salón desde el punto de vista de la cocina, detrás del frigorífico, desde ese punto de vista no puedes ver todo lo que pasa en el salón… Esa inspiración visual también se basa en la película El custodio de Rodrigo Moreno -que tiene la misma directora de fotografía-, se centra en el guardaespaldas de un ministro a quien siempre sigue la cámara hasta que llega a las puertas del despacho, cuando el ministro entra la cámara se queda fuera. En la película pasa lo mismo, pero todo eso cambia con la llegada de Jéssica, hasta entonces la cámara de mi película era una ‘cámara política’ que mostraba una realidad intuida, que no se podía ver bien, cuando Jéssica llega la cámara se traslada al salón, su punto de vista nace directamente en el salón, así que después de haber tenido el punto de vista del salón solo desde la cocina, conseguir éste produce una gran satisfacción: por primera vez vemos lo que ve también Val, lo patético de toda esa situación.

La película está narrada en base a unos elementos muy locales, un dialecto concreto, una realidad concreta… ¿te sorprendió la acogida tan buena que ha tenido en los festivales de Sundance y Berlin?

AM: Cuando fuimos a Sundance yo dudaba que se fuese a entender la historia, más que por los detalles de la lengua, que hay cosas que se pierden, por detalles de la historia, como por ejemplo que Fabinho (Michel Joelsas) pudiera dormir en la habitación de Val, temía que esto pudiera malinterpretarse. Pero es verdad que en países de Europa y otros en los que ya se ha estrenado, la discusión se ha ido ampliando: se ha pasado de debatir sobre ese dilema de la empleada local a debatir sobre las relaciones de poder que existen en todos los lugares… por ejemplo en el avión hay sitios a los que no tienes acceso dependiendo de lo que puedas pagar. Pero en general me gustó y me sorprendió que la película fuera el inicio de una discusión mayor, mucho más importante.

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