«El sol estaba bajo el signo de Virgo. Neptuno entraba en la décima mansión celeste… y Oskar nació marcado por el portento y el engaño. Vi la luz de este mundo en forma de bombilla de 60V. Escuché atentamente y con oído crítico el primer comentario de mis padres al verme:
– En cuanto sea mayor podrá ocuparse del negocio y valdrá la pena haberse matado trabajando.
– El día que nuestro Oskar cumpla tres años le compraremos un tambor de hojalata.»
El tambor de hojalata, de Volker Schlöndorff
Volker Schlöndorff, el «adaptador» de novelas por excelencia, no tenía muy claro cómo adaptar la novela de Günter Grass al cine. No lo veía. Jean-Claude Carriere y Frank Seitz le ayudaron a dar forma al guión y el puso su mirada, y al final resultó que lo que parecía imposible de contar con fotogramas se convirtió no solo en película, sino también en ejemplo a seguir para cualquier cineasta en potencia.
La justicia de Oklahoma calificó el film de obsceno… y la justicia cinéfila de obra maestra. El tambor de hojalata fue galardonado con un premio Oscar y una Palma de Oro -casi ná-. El relato fílmico dejó impactado al público y el ‘pequeño’ David Bennent -que tenía 12 años cuando rodó- se metió en el bolsillo a los más escépticos con su interpretación de Oskar Matzerath. Se los ganó sí, de lo contrario la película habría sido un fracaso, pero lo que muchos expresaban hipócritamente, por guardar las formas, era rechazo: era feo admitir abiertamente lo mucho que les había impresionado ver a aquel niño… involucrado en determinadas escenas subidas de tono. La vida de ese personaje que a los tres años decidió dejar de crecer es sin duda desconcertante… pero de eso no tiene la culpa Schlöndorff, sino el genio creador Günter Grass. El director alemán simplemente plasmó su visión de lo que ya nos había contado el dramaturgo. Grass nos ha dejado esta semana, pero ahí quedan sus relatos. Este es imprescindible.