Crítica de El gran hotel Budapest de Wes Anderson
No es por ir a contracorriente -creo-, pero soy de las que dicen que cuando la obra de un director americano es buena, parece europea. El cine europeo tiene otro color y una calidad que no se mide en millones de dólares… ni de euros. Como el cine de Wes Anderson. Es muy particular, demasiado mimado para proceder de una industria como la de Hollywood -allí el cine de autor es una rareza-. Todo tiene su explicación: Wes Anderson siempre ha mirado hacia este continente para buscar inspiración, muy especialmente en el cine francés, en París, y lo ha hecho también para construir, en parte, el concepto de su ‘gran hotel’. Fue allí donde descubrió los textos en los que basa esta historia, pero hay que aclarar que no son de un parisino sino de un vienés: Stefan Zweig. Para rodarlo se alejó de Francia, pero se quedó en Europa, en algún que otro bonito pueblo de la Alemania Oriental y en un estudio de Berlín en el que plantó su maqueta rosa de arquitectura Art Nouveau de casi tres …