– Sirvienta: Señora hay un hombre con una cesta de Navidad
– Señora Helguera: ¿A estas horas?
– Plácido: ¡Don Gabino!
– Gabino Quintanilla: Pero Plácido, por favor, no tendría usted que haberse molestado.¡Qué amable!
– Plácido: No, hombre, no, que todavía no he solucionado mi asunto con el notario, le traigo la cesta para dejársela en prenda.
– Gabino Quintanilla: ¿Cómo que en prenda?
– Plácido: Sí hombre, los gastos… La letra tiene gastos. Necesito 20 duros. Préstemelos hombre, préstemelos. Se queda con la cesta en prenda.
– Gabino Quintanilla: ¡Usted siempre dando la lata! ¡No puedo, hombre!¡No puedo atenderle!
– Plácido: ¡Si hay un champán y todo!
Cuántas veces habremos alabado al tándem Azcona-Berlanga, cuántas nos quedarán… Siente un pobre a su mesa se iba a llamar la obra maestra que escribió el primero y dirigió el segundo en 1961… con Plácido se quedó para contentar a los censores, que decidieron pasar por alto -porque no dudamos de su inteligencia-, el fondo siempre y cuando la forma quedase aparente.
Llegó, quedó y trascendió así este clásico navideño patrio, intacto -por su gracia y sutileza-, para suerte de los presentes y futuros, con un mensaje eternamente contemporáneo sobre las dos Españas que aún hoy conviven en aparente armonía; «su mundo», como acostumbró a llamarlo Luis García Berlanga.
Madre en la puerta hay un niño,
tiritando está de frío.
Anda y dile que entre,
se calentará,
porque en esta tierra
ya no hay caridad,
ni nunca la ha habido,
ni nunca la habrá.
(Romance del niño perdido)