– Tiene que controlarle, está molestando a la gente.
– No se preocupe, no hace daño.
– Sí, pero piense en la clientela…
– Es que hoy es su cumpleaños.
– Pues felicidades, pero creo que deben marcharse.
Los idiotas, de Lars von Trier
Cuando el cine Dogma era cine Dogma, era así. Los idiotas fue la segunda película que se presentó con esta etiqueta ante el mundo, la de «Dogma 95» -la primera fue Celebración, del colega Thomas Vinterberg-. Todo buen cinéfilo sabe en qué consistía ese voto de castidad que hizo Lars von Trier junto con Vinterberg, Soren Kragh-Jacobsen y Kristian Levring:
– Los rodajes tienen que llevarse a cabo en locaciones reales. No se puede decorar ni crear un «set». Si un artículo u objeto es necesario para el desarrollo de la historia, se debe buscar una locación donde estén los objetos necesarios.
– El sonido no puede ser mezclado separadamente de las imágenes o viceversa (la música no debe ser usada, a menos que esta sea grabada en el mismo lugar donde la escena está siendo rodada).
– Se rodará cámara en mano. Cualquier movimiento o inmovilidad debido a la mano está permitido. (La película no debe tener lugar donde esté la cámara, el rodaje debe tener lugar donde la película tiene lugar).
– La película tiene que ser en color. Luz especial o artificial no está permitida (si la luz no alcanza para rodar una determinada escena, ésta debe ser eliminada o, en rigor, se le puede enchufar un foco simple a la cámara).
– Se prohíben los efectos ópticos y los filtros.
– La película no puede tener una acción o desarrollo superficial (no pueden mostrarse armas ni pueden ocurrir crímenes en la historia).
– Se prohíbe la alienación temporal o espacial. (Esto es para corroborar que la película tiene lugar aquí y ahora).
– No se aceptan películas de género.
– El formato de la película debe ser el Académico de 35mm (1:1.85)
– El director no debe aparecer en los títulos de crédito.
Todo buen cinéfilo sabe también por dónde se pasaron estas normas sus propios creadores. Pero no estamos aquí para juzgar ni mucho menos, sino para aprender y aplaudir las grandes ideas. Los cineastas evolucionan, su cine evoluciona. Lars von Trier ha rodado lo que le ha salido de las entrañas en cada momento y aunque no haya sido fiel a su «voto de castidad» sí ha sido fiel a sí mismo. Hoy recordamos sus orígenes, elegimos esta película y esta secuencia por ser ejemplo de libertad absoluta y por la crítica social que lleva implícita. Los idiotas es una propuesta que cualquier actor de raza desearía interpretar al menos una vez en su vida, es un regalo para los artistas, pero también es un ejercicio sano y necesario para cualquiera que esté a punto de explotar. Los idiotas es una estupenda terapia, un juego al que todos deberían jugar alguna vez. Cuidándose de no hacerse daño, claro está…