Buenos Días
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¡Me cago en los cáncamos de la sepultura del Señor!

 

– Y ahora como no tienes colegio te vas a hacer cargo de la casa, no te creas que te vas a quedar de rositas
– Si papá estuviera aquí no me trataría así.
– Como le mientes otra vez te cruzo la cara.
– Pero si es verdad.
– ¡Que no me contestes!¡Ni me imites! Ea, lo dicho, como te muevas te estampo contra la pared.
– Vieja resentía…
– Mujer no la trates así que luego las niñas se traumatizan mucho.
– ¿Ah, sí? Más traumatizá estoy yo y me aguanto. Es igual que su padre la jodía por culo.

(…)

– ¡Me cago en los cáncamos de la sepultura del Señor! ¡Mi búcaro!
– ¡Pero si has sido tú!
– ¡La mato! ¡La mato!
– Me consta que la niña está en la cocina.
– ¡Que te digo que ha sido ella!
– Tampoco es para ponerse así por un jarrón.
– Mira, a veces pienso que solo tienes sensibilidad en el chocho.
– Ay, qué ordinaria eres…

¿Qué he hecho yo para merecer esto?, Pedro Almodóvar (1984)

Cuando una película, como es el caso de la que hoy recomendamos, retrata algo tan serio como lo es la explotación femenina, el maltrato, la desesperación cotidiana… resulta infinitamente más chocante que su director juegue a sacar al espectador de la trama con momentos surrealistas. Pero en realidad, está demostrado que es un buen truco para centrarse en lo verdaderamente importante. La ironía no es comedia fría a pesar de que genere risa, la ironía es humor negro y el humor negro hay que saber usarlo. Es la mejor manera que tiene el ser humano para destensarse sin dejar de mantener los pies en el suelo, sin obviar que la vida es dura.

Pedro Almodóvar es un maestro de la ironía, y además sabe explotar el jugo del limón y conseguir que sepa dulce. Sus películas, sobre todo las primeras, están plagadas de secuencias inverosímiles, sacadas completamente de contexto pero absolutamente ingeniosas. Consigue de esta forma que el espectador transite por emociones aparentemente inconexas. Un regalo, un experimento sensorial podríamos decir. Hoy ponemos el foco en esta película por ser una de las más especiales y arriesgadas del cineasta manchego, y esta escena por ser una de las más extrañas -por eso de los poderes de la niña y tal-. Todo un hito dentro de lo que se viene llamando ‘género WTF’ -what the fuck!, ¡qué coño! para los despistados-, un tipo de cine que asombra por sus giros estéticos o argumentales, por los cambios de registros, por parecer absurdos, que no malos. No es un cine de serie B, lo disfrutan y comparten muchos amantes del cine de autor, es un cine valiente que busca descolocar en momentos puntuales para volver inmediatamente a un tono cotidiano, como si aquí no hubiera pasado nada… Así es la cruda realidad.

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