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Crítica de Birdman de Alejandro González Iñárritu

  Oscar Wilde escribía en el prefacio de “El retrato de Dorian Gray” que todo arte es, a la vez, superficie y símbolo, y que los que profundizan sin contentarse con la superficie se exponen a las consecuencias, así como los que intentan descifrar el símbolo. La historia de Riggan Thomson (deslumbrante Michael Keaton) está estrechamente relacionada con las palabras de Wilde: un hombre que necesita reinventar su superficie ahondando en la simbología de su existencia marchita. La fama lo ha catapultado al estrellato, pero como en todo ascenso desenfrenado, siempre hay una caída inevitable. El impacto abre las puertas a un mundo de delirio emocional donde el anhelo de grandeza contrarresta con la realidad. Es entonces cuando el alma, combustionada como una cerilla, intenta desesperadamente recuperar la gloria de años ya pasados. Los gritos de los admiradores retumban como ecos en la noche, y el recuerdo del éxito, deslucido por el paso del tiempo, lucha por hacerse hueco entre las dudas, tratando de ser el último eslabón al que aferrarse antes de caer en …