– ¿Sabes lo que pienso? Que eres la chica más guapa que he conocido.
– ¿En serio?
– Desde la primera vez que te vi.
– Qué bonito Harry, eso me hace sentir bien. Porque… ya me lo habían dicho antes, pero no sentía nada.
– ¿Por qué? ¿Creías que te tomaban el pelo?
– No, no es eso, no sé, no sé si me tomaban el pelo, no me importa, pero para mí no significaba nada, y cuando tú lo dices tiene sentido, lo tiene de verdad.
– Creo que alguien como tú haría que las cosas cambiaran para mí.
Réquiem por un sueño, de Darren Aronofsky
Antes de que cayera en sus manos la novela de Hubert Selby, Darren Aronofsky quería hacer una película sobre monstruos… después de leerla decidió rodar algo más terrorífico aún: una película sobre humanos que se transforman en monstruos, humanos decadentes, humanos a secas. No son sueños lo que sueñan los protagonistas de esta turbia historia, son maneras autodestructivas de evadirse de la realidad. Requiem por un sueño provocó reacciones extrañas cuando se estrenó, no todo el mundo está preparado para que le remuevan las tripas de semejante manera, y quien lo está, a pesar de todo, se queda dolorido. Lo que nos muestra Aronofsky es desagradable. La forma que elige para contárnoslo, magistral. El cineasta experimentó con todas las posibilidades técnicas imaginables que ofrece el cine, tanto a nivel visual como auditivo, se atrevió con un montage diferente, picado, convulso. Dio en el clavo.
La escena que elegimos hoy no muestra precisamente la tónica general de Réquiem por un sueño, pero sí es clave para abrazar a estos personajes, para estar con ellos y no contra ellos, a pesar de sus excesos. Y de paso nos apuntamos este uso tan bello que hace el cineasta de la pantalla partida… como fuente de inspiración.