Buenos Días
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Estaré bien señor Flannagan… ¡Estaré bien!

 

«No se preocupe por mí, señor Flannagan. Ha habido muchos hombres antes. Habrá muchos después de esto. Va a ser otro de esos años locos. Mientras estés en Cannes, estaré en Bruselas con el banquero. Me quiere regalar un Mercedes Benz, azul, mi color favorito. Y mientras estés en Atenas, yo estaré con el duque otra vez en Escocia. Pero, no sé si voy a ir todavía, porque otro hombre me preguntó si quería pasar el verano con él en Deauville. Tiene caballos de carreras. Es muy rico. Él es el número veinte. Quiero decir el número veintiuno, tú eres el número veinte. Así que ya ves Sr. Flannagan, voy a estar perfectamente bien. Estaré… Estaré bien … ¡Estaré bien!»

Ariane (Love in the Afternoon), de Billy Wilder

A Billy Wilder le gustaba presumir del ‘toque Lubitsch’ que daba a sus películas. De hecho, en su despacho colgaba una placa con la siguiente inscripción: «¿Cómo lo haría Lubitsch?». Una frase en la que encontraba inspiración. Wilder y Diamond debieron de escribir este guión sin dejar de mirar a aquella placa…

Por su parte, ya entrada en los 27, Audrey Hepburn se adueñó de la inocencia de los 19 años que acababa de cumplir Ariane, se adueñó de sus mentiras piadosas, de su dulzura, su ternura. Nos convenció del amor que sentía por ese hombre maduro, Frank Flannagan -un Gary Cooper en la cincuentena-. Nos convenció a nosotros, aunque no a la crítica de la época… Cuesta entender por qué esta obra del maestro Billy Wilder fue tan menospreciada. Lubitsch no la habría hecho mejor.

Esta escena rompe y repara el corazón en menos de tres minutos.

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