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Entrevista a Francisco Espada, director de ‘El país del miedo’

«Intento atrapar al espectador con la verdad de los personajes, que la emoción lleve la historia, porque el vehículo que tiene el arte es la emoción”

 

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e estrena en la dirección con un retrato social e individual, humano. Aborda la dicotomía del miedo, se mete en un terreno farragoso y muy subjetivo, el de los temores del ser humano, concretamente en su gestación y el alimento que se les da para que crezcan. Plantea la duda entre la realidad y la paranoia. Francisco Espada se ha armado de valor para llevar a la gran pantalla así la novela homónima de Isaac Rosa: El país del miedo, tenía respeto a eso de ponerse al mando, pero en realidad jugaba con ventaja, pues Espada además de haber producido cortos y largometrajes, es actor y no hay mayor experto en la creación de monstruos que el actor.

El país del miedo comienza con una situación de acoso escolar: una niña tiene aterrorizado al hijo de Carlos (José Luis García Pérez). Este intenta encontrar una solución sin involucrar a su mujer (Cristina Plazas) -cuya responsabilidad laboral le impide estar con su familia el tiempo que le gustaría-, pero termina atrapado en los miedos que rondan a su hijo. No es una película de terror aunque por esta descripción lo parezca, es un thriller psicológico que busca ante todo la empatía del espectador.

Para dar forma a todo el cúmulo de emociones que ha de mostrar el elenco de esta película Espada ha trabajado de una forma especial, diferente a la que se lleva por norma en el cine. Su película aún no tiene fecha de estreno, pero hasta que todo el público la pueda ver en la gran pantalla nosotros os invitamos a que toméis nota de sus declaraciones, pues no todos los días se encuentra uno con un director que pone a los elementos técnicos al servicio del actor y no al contrario.


Farrucini: Te has formado como actor, eres miembro fundador de la sala Cuarta Pared, tienes tu propia productora… ¡Menudo currículum! Empecemos por el principio.

Francisco Espada: (Risas) Yo me formé como actor en Madrid a finales de los 80 y fue entonces cuando fundamos la Cuarta Pared, ese fue mi origen. El profesor que tenía entonces, Ángel Ruggiero, nos dijo: “si quieren que les siga dando clase búsquense un local”, nos buscamos un local, hicimos el primer crowdfunding de la historia española –lo que pasa que entonces no se llamaba crowdfunding, se llamaba ‘dame algo’ (risas)-, hicimos socios de 300 pesetas al mes y empezó la Cuarta Pared en la calle El Olivar. Me gusta nombrarlo porque todo lo que aprendí como actor lo aprendí allí con Ángel Ruggiero. Como yo vengo del mundo de la interpretación, no vengo del mundo de la fotografía, yo en la película lo que he intentado es ponerlo todo en función de los actores.

F: Al poner todo en función de la interpretación, ¿no queda en la cabeza alguna referencia visual para marcar al director de fotografía?

FE: No… para mí la referencia siempre es la vida. Yo hice también la adaptación de la novela, y cuando escribo los diálogos igual, la referencia es la vida y mis conocimientos sobre lo que es la técnica del actor, es decir yo procuro que las situaciones de la película faciliten la interpretación del actor, definir los objetivos… Lo que intento es que el microcosmos de un relato de ficción en cada secuencia tenga planteamiento, nudo y desenlace, o sea, que cada una tenga su conflicto dramático, aunque sean secuencias muy cortas. Entonces cuando escribo los diálogos los escribo pensando en los elementos que utilizan los actores cuando quieren estar vivos y crear de verdad: cuál es el objetivo, qué quiero yo de ti, qué quieres tú de mí… ¡incluso aunque estemos hablando del tiempo! Cuál es la circunstancia, de dónde viene, qué le ha pasado antes… procuro darles apoyaturas para que lo puedan llevar con solvencia. Y luego al equipo de foto le pido que estén en función de los actores y que no están los actores en función de ellos. Así que no tengo pensada ninguna estética así especial antes de abordar la película, sino que voy viendo un poco qué es lo que me da el material.

F: Es curioso, siempre suele ser al contrario, al menos en cine. Que los actores estén en función del equipo técnico, que haya planos definidos con storyboard… ¿No es un riesgo hacerlo a tu manera?

FE: Bueno… luego además si te digo que nosotros rodamos en un horario de siete a tres de la tarde…

F: ¡Qué maravilla!

FE: Sí, porque para mí lo más importante cuando llevo una película, lo que más me interesa son el guión y los personajes, los actores, y cuando yo veo una película que me engancha, me emociona y tal, no tengo ni idea de cuántos planos tiene en cada secuencia. Cuando empiezo a contar los planos de cada secuencia, es que la película me está aburriendo. Entonces yo lo que intento es atrapar al espectador con la verdad de los personajes, que la emoción sea lo que lleve la historia, porque yo creo que el arte el vehículo que tiene para contar historias es la emoción.

F: ¿Por qué decides ahora pasarte a la dirección y por qué concretamente con esta novela?

«Como directores la inspiración y el talento no sabemos lo que es, pero sí sabemos crear las condiciones para que aparezcan»

FE: Yo digo de broma que porque como productor fui el director más barato que encontré (risas), pero bueno, no fue exactamente así… Como yo había hecho el guión, me parecía que tenía tan clara la historia, que iba a ser un infierno para cualquiera tener que soportarme como productor. Lo hice muerto de miedo, porque no lo había hecho nunca, pero me tiré a la piscina y ya una vez empezamos a trabajar, estaba muy contento con el casting que logramos formar, sobre todo con el infantil, con la niña que es fantástica… Yo me identifiqué mucho con la novela, con el personaje de la novela y al ver que me identificaba con un personaje tan cobarde y yo me tenía por valiente… y mi chica me tiene por muy valiente… (risas), y al ver también que la novela tocaba un tema social pero que la estructura daba pie para hacerla un thriller, me pareció muy llamativo. Eso fue lo que me hizo comprar los derechos de la novela. Cuando los compré, que fue en 2008, pensaba contratar un director y un guionista que hiciera el guión, y al final lo que pasó fue que, claro, hablamos con un guionista, hizo un primer guión, lo que pasa que nos íbamos a otro presupuesto. Ya cuando vi el presupuesto tan austero que íbamos a tener nosotros para hacer la película, dije mira, lo que no voy a hacer es estar mareando a nadie diciéndole, quítame esto, añade lo otro… me pongo yo, hago un planteamiento muy sencillo desde el principio y que pueda entrar en el presupuesto. A la hora de la planificación igual, hice una planificación muy sencilla y muy clásica: a la hora de rodar ruedo un máster general, plano y contra plano, pero si el máster me gusta y parece que funciona lo suficientemente bien ya no ruedo el plano y el contra plano. Lo mismo para el número de tomas, si en la primera están bien y se ha producido la emoción y la verdad delante de la cámara, yo le digo a los actores: “chicos, por mí está estupendo, si vosotros queréis probar otra cosa, lo hacemos otra vez”. Y también, por ejemplo, prefiero que haya un buen catering a tener un travelling. Así de claro. Prefiero que la gente esté trabajando a gusto, que esté contenta, que no podemos olvidar que es un trabajo creativo, que todo lo que tiene que ver con la creación es muy frágil y muy delicado, que hay que crear las condiciones, que yo creo que como directores lo único que podemos hacer es crear las condiciones porque la inspiración y el talento no sabemos lo que es pero sí sabemos crear las condiciones para que aparezca, ¿no? Lo fundamental es que los actores y todo el equipo esté relajado y concentrado en lo que está haciendo, porque desde la tensión y desde la dispersión no sale nada.

F: Pero siendo tú actor, productor, guionista, director… ¿no te han acusado alguna vez precisamente de ser un tipo disperso?

FE: No… (risas). Tienes toda la razón. No, lo que pasa es que no lo he simultaneado, yo por ejemplo aquí me he abstraído completamente de la producción, yo tengo un equipo fantástico en la productora Tragaluz y luego… ¿sabes lo que ocurre? Es que yo he sido muy disciplinado, porque como soy productor, a mí me dijeron: “tienes cinco semanas”. Vale, tengo cinco semanas. “Vamos a rodar de siete a tres porque consideramos que es mucho mejor que luego la gente se vaya a comer a casa y porque después de comer al final si se alarga un plano la gente se quema”. Vale, yo me adapto. “No tienes presupuesto para meter un travelling, porque si hay travelling el catering tiene que ser muy cutre”. Pues no hay travelling –que luego ha habido mucha generosidad por parte del equipo para que si que lo hubiera, aunque lo utilicé poco-. El guión puede ser fantástico, los actores estupendos, el director genial, pero como el catering sea malo… la película no sale (risas). Pero… en realidad yo si hiciera otra película realmente lo que compraría seria tiempo, me hubiera gustado tener más tiempo.

F: ¿Crees que entenderías y compartirías esta manera de trabajar con el equipo artístico si no hubieras recibido formación actoral?

«El maestro Ruggiero siempre decía: sueño con que haya un segundo de vida en el escenario»

EP: No, esto es producto del tipo de formación actoral que yo he recibido. Recuerdo que el maestro Ruggiero siempre decía: “yo sueño con que haya un segundo de vida en el escenario”. Yo igual, yo con lo que soñaba era con que la emoción apareciera en la pantalla.

El_País_del_Miedo

F: Muchos, por triste que esto pueda parecer, pueden interpretar que en esta historia los roles de género están cambiados: es el hombre el que se ocupa de las tareas del hogar, la mujer la que se queda horas y horas trabajando en la oficina, la niña es la que pega al niño… ¿Hay una crítica velada, un intento de demostrar algo?

EP: Lo que quería era dar una mirada sin prejuicios. Yo por ejemplo, cuando pongo una niña en lugar de un niño en el guión es porque por un lado pienso que me resultaría más fácil defenderme de un niño de trece años que de una niña… de una niña no sabría defenderme –seguramente sea también por prejuicios culturales-, y en el reflejo de los roles, efectivamente, el estereotipo lleva a pensar eso, pero es un estereotipo, igual que si tu y yo vamos a un bar y tú pides una cerveza y yo una Cola-Cola y te ponen a ti la Coca-Cola…

F: Eso lo he vivido muchísimas veces…

EP: Y si pedimos una cerveza y una manzanilla… ¡Para ti la manzanilla! ¡Claramente! (Risas). Pero creo que es un prejuicio que no tiene nada que ver con la realidad, porque en la realidad el tipo de relaciones que tienen estos personajes es bastante normal. Yo creo que tiene más que ver con que una trabaja en una empresa privada y el otro en una institución pública, en una institución pública la sobrexplotación es más complicada que en una empresa privada. También eso me daba juego, porque a mí me preocupaba mucho que el personaje de Sara, la madre, no quedara como una imbécil que no se entera de lo que pasa en su casa, entonces toda la sobrexplotación daba pie a justificar por qué ella no se entera de lo que pasa en su casa.

F: Otra de las conclusiones a las que se puede llegar es que solo hay dos tipos de personas en el mundo: las pacíficas-cobardes y las violentas-valientes… ¿tenemos que aceptar esta división humana o hay esperanza para algo más?

EP: No… bueno, es la historia. Yo creo que la historia por un lado es una metáfora de cómo la sociedad ha perdido la confianza en las instituciones, eso se ve muy bien en el personaje de Carlos que se imagina las respuestas que le pueden dar si va a denunciar…

Y luego también es una metáfora de cómo al Estado le interesa que seamos personajes cobardes para poder manipularnos mejor. El personaje de Fabián (policía corrupto) es ciertamente desagradable, aunque te digo, yo lo que quería era también poner al espectador en la tesitura de que tomara partido por una de las dos opciones opuestas, jodidas de tomar ambas. Ese personaje también está muy justificado para que pueda existir el final que tiene la película. Al final lo de la niña que pega es una excusa, el problema del que se libra no es nada comparado con el problema con el que se queda para siempre. Hemos dejado el camino preparado para la secuela… (risas).

F: No estaría mal…

EP: En la secuela termina el personaje de Fabián en el maletero del coche (risas).

F: Entonces ahí sí que tomarás como referente a Tarantino y tal (risas).

EP: ¡Efectivamente! Lo de la secuela es una broma, ¿eh?

F: Vaya, tenía pensado ponerlo de titular…

EP: (Risas) Bueno, ¡que igual me la compran! Como la de Ocho apellidos vascos

F: Vivida la experiencia, ¿volverías a ponerte a la dirección?

EP: Sí, yo he pasado los días más felices de mi vida haciendo esta película, sin lugar a duda, durante todo el proceso, y además ha sido un aprendizaje fantástico, y siempre me pasa cuando produzco que termino harto diciendo «¡no vuelvo a producir!» Y aquí he salido diciendo “¡quiero volver a repetir!”

F: Habemus director.

EP: Amenazo con volver…

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