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Entrevista a Fernando Colomo, director de ‘Isla Bonita’

“Necesitaba hacer una película más libre, tras lo anterior dije: si esto es el cine, vaya mierda”

 

E

s una bonita forma de reconciliarse con la vida: hacer cine. Hacer cine de la manera que plantea Fernando Colomo con Isla Bonita. Él, un director más que consagrado, un nombre más que reconocido, ha decidido rodar como lo hacen los primerizos, los que carecen de presupuesto y van sobrados ilusión… pero con la experiencia de años y años dedicados al séptimo arte.

Lo dice él y lo repetimos todos: Isla Bonita es una de sus películas más libres… Pero para trabajar con tales licencias el equipo ha tenido que renunciar a muchas cosas, para empezar a un sueldo. Por eso Isla Bonita es en sí misma un acto de bondad, de honestidad, un regalo.

Fernando Colomo se purga ante el público con una historia llena de verdad, tan improvisada y real como nuestra propia existencia. Sencilla y alegre, pícara. Su esencia. La misma que muestra durante esta entrevista. Hemos tenido la oportunidad de tomar un café con él junto a otros dos compañeros cinéfilos. Fernando Colomo ante tres jóvenes carentes de presupuesto y sobrados de ilusión, contándoles que la vida, como el cine, se puede hacer de otra forma.


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¿Cómo surge la idea de hacer Isla Bonita?

Fernando Colomo: La idea surge durante mi vuelta a Menorca. Yo conocí Menorca en los 80, entonces vuelvo hace tres o cuatro años invitado por mi amigo Miguel Ángel Furones y descubro que no ha cambiado mucho, para bien… que sigue teniendo su encanto intacto, sus calitas, todo como muy de “a poc a poc”, muy tranquilo. Luego descubro a unos personajes… sobre todo al principio, Miguel Ángel y Nuria Román me servían muy bien para mostrar la dicotomía de arte y publicidad. Después descubro que la hija de Nuria, Olivia Delcán, es actriz, le hago una prueba y veo que es muy buena, pues entonces ya es como… “joé, está cuadrando todo, hay que hacer algo”. A partir de ahí se pone en marcha, yo empiezo a decir en broma “vamos a hacer una película”, esto en lo que se traduce es en que vuelvo más veces a Menorca, me invita más Miguel Ángel, y llega un momento en el que me dice, “bueno, va a haber que hacer a película” (risas). Lo habitual en estos casos es que esto me inspire una idea de personaje, que yo me busco un coguionista, un productor, que escribimos un guión, que hay que buscar financiación… lo habitual. Ahora, como es tal coñazo hacer una película, porque como cada vez interviene más gente, como las cadenas ponen su dinero, como hay más dinero y hay menos libertad, porque todo el mundo quiere dar su opinión… El problema es que vender un guión no es fácil, entonces te empiezan a dar tantos ‘consejos’, te ‘proponen’ tantos cambios que al final el guión acaba siendo como una especie de ‘cosa’ para contentar a todos, se tiene que verbalizar todo porque todo tiene que quedar muy claro y se pierde la magia, se pierde el misterio y… es jodido levantar  la película. Entonces con esta les dije, “mirad, vamos a hacer una cosa: si conseguimos una cantidad pequeña para cubrir unos gastos vamos a hacer como una cooperativa y rodamos una película, pero la hacemos nosotros”. La única que realmente se lo tomó en serio fue Olivia… (risas). Olivia y yo nos vimos bastante, yo vi sus obras de microteatro, hablamos mucho sobre cómo quería hacer la película, sobre cómo deberían ser las improvisaciones para que tuvieran un timing y pudiéramos cortarlas… Y así, en un momento dado nos ponemos en el disparadero de hacerla. Pero por una serie de circunstancias, que vine de una operación de próstata, una separación, un cambio de casa, tal… llegó el momento de rodar la película y yo no tenía nada. La película la queríamos hacer en verano y si perdíamos el verano había que esperar un año. Yo no quería perder un año. Yo quería hacerlo de verdad. Esas circunstancias en parte fueron buenas, porque realmente me obligaron a ir con muy poco predeterminado. Lo que sí que hice fue como un guión sin diálogos, con lo mínimo, con lo necesario para hacer un plan de rodaje.

Farrucini: Se está poniendo de moda trabajar de esa forma…

F.C: Sí, es un tipo de trabajo más arriesgado pero que tiene muchas posibilidades de conseguir otras cosas, de hacer películas de otra forma, de conseguir más verdad. A mí, sinceramente, con 19 películas a mi espalda, me apetecía volver a hacer algo así. Porque no es mi primera experiencia así, yo hice La línea del cielo así, lo que pasa que en esta al meterme yo también como actor ha sido más arriesgado, hay una mayor implicación.

¿Por qué has decidido interpretar al protagonista?

F.C: No quería ser el protagonista, yo todo el rato en el guión hacía un esfuerzo para que fuera un film colectivo, porque dije, “joder, si yo estoy mal, mejor así, que no se note mucho” (risas). Por eso cargué más en el personaje de Olivia, de hecho la película empieza con ella. Pero claro, fue inevitable, sobre todo en la reescritura, porque la película la hemos rodado en dos etapas, primero rodamos en septiembre, octubre, 26 días, descansábamos solamente un día a la semana, el día que descansábamos no era el domingo, porque el domingo era el día perfecto para rodar…

Farrucini: Es un regreso no solo a la Menorca que conociste en los 80, sino a las películas que hacías en los 80… ¿Sientes que estás viviendo una segunda juventud?

F.C: Sí, totalmente. Todo el mundo me lo dice… Es que La línea del cielo me dejó tan buen sabor de boca que siempre me quedé con ganas volver a hacer algo así. Hay otra forma de hacer películas… ¡Otra forma de hacer películas es posible! ¿Pues por qué no lo hacemos? La faena es que estas películas nadie te las financia. Yo estaba en una situación económicamente difícil y no la podía financiar, pero conseguí que Coca-Cola y la Fundación Atlantic Copper pusieran dinero para cubrir los gastos, porque claro, si la hubiera hecho aquí en Madrid podría haber sido con la mitad. El equipo no ha cobrado. Bueno, a los de sonido y cámara se les pagó porque al fin y al cabo se entendió que para los demás había un riesgo y una recompensa artística que ellos no tenían, pero se implicaron muchísimo. Por eso como os decía, el día de descanso era el que nos venía bien. A veces rodábamos tres días y decíamos: “pero si no estamos cansados”.“¡Sí pero es que este día no podemos hacer nada!”. Y de pronto teníamos tres días de descanso y luego diez seguidos de trabajo.

Farrucini: Es algo que asumimos en esta profesión…

F.C: Claro, claro…

Hubo implicación artística, pero el equipo artístico tampoco era ‘profesional’…

“El cine ha evolucionado técnicamente pero los técnicos no. Siguen creyendo que lo hacen solo ellos”

F.C: Bueno, en Isla Bonita hay actores que nunca han querido ser actores y luego otros que sí son actores pero que no tenían experiencia, pero tenían algo que es mejor para mí: eran muy buenos y tenían toda la educación de las escuelas de interpretación, que te hacen ser mucho más arriesgado de lo que es luego la vida profesional. Al no tener experiencia no estaban quemados, porque el actor enseguida aprende a hacer las cosas ‘de mentira’, que es lo que le han enseñado los técnicos… El problema es que el cine ha evolucionado técnicamente pero los técnicos no, siguen creyendo que son los más importantes. Y que el cine lo solo hacen ellos (risas). Y que los actores son unos que se pasan por aquí. ¡La prueba es que no vienen todos los días! (risas).

Farrucini: En la película has tenido un guiño muy hermoso a todo el equipo (técnico y artístico). Es un detallazo el momento que le has dado en cámara a la ayudante de dirección.

F.C: Bueno, ella en realidad era la jefa de producción, pero sí, ¡era casi la única persona que había! La película la hemos hecho entre dos de sonido, dos cámaras… Pero hubo un cambio, porque como está rodada en dos etapas… tras la primera se montó, duraba 97 minutos, pero vi que no funcionaba la parte del final y quise cambiar los 20 últimos minutos, entonces volvimos a rodar en mayo. Nos fuimos a rodar una semana, ahí reescribí más el guión -aunque con Nuria y Olivia siempre ponía: “discuten” (risas)-. Entonces hubo dos técnicos que no pudieron repetir… Y luego hay uno ahí que no es nada, que es Carlos el del pulpo, que le metimos para rellenar un poco (risas). Era un amigo de Nuria. Pero vamos, básicamente ese es el equipo.

Farrucini: ¿Cuesta, al ponerte tú delante de la cámara, dejar que otra persona diga: “¡acción!”?

F.C: Bueno, en esta película es que nadie decía acción (risas). Ni silencio se rueda… Y a veces ni “corten”.

Nos dices que el guión está planteado de una forma libre, pero la película tiene una estructura perfectamente delimitada, muy redonda…

F.C: Es un milagro. Esta película me permitió el gran lujo de volver a rodar, es un lujazo que no te puedes permitir con una película normal, porque claro, tú le dices al productor, cuando el sonido ya ha mezclado, el otro está haciéndote la música y tal que “oye, que no sé si cambiar los veinte últimos minutos… “, pues… Cuanto más gorda es la película más imposible. Pero en este caso reescribí, que no era fácil, porque tenía que cuadrar todo, pero tuve tiempo para distanciarme, tuve la suerte de verla, porque cuando escribes un guión no sabes cómo te va a quedar luego, siempre cambian cosas.

¿Veremos esa primera versión?

F.C: Sí, ¡yo la quiero poner en el DVD! Hay cosas muy divertidas. Por ejemplo, cuando baja Olivia con el perro, que saluda a uno que pasa con la barca, eso es así porque había una secuencia en la que yo me iba en un barco y me despedía. Entonces me dice la montadora, “joé no, no vale, está ella saludando cuando aparecen los chicos”. “Ostras. Pues no, que esté Olivia abajo y que aparezcan los chicos”. “Pero está saludando”. “¡Pues ponemos que saluda a un delfín!” (risas). Y luego por ejemplo… la parte de los jóvenes es lo primero que se rodó, en la parte final solo he mantenido ese ménage à trois, pero rodé dos planos más: uno que pasan por delante de mí, para unirlo, y otro que es un punto de vista mío que van de espaldas entrando a la casa… bien, pues ahí ya no teníamos a Tim Bettermann, el suizo, porque traerle era como mil euros. Entonces en ese plano pasa Olivia, pasa Lluís Marqués y detrás iba el percha (risas), con mis pantalones… (risas). Porque el personaje tenía unos pantalones blancos y antes de rodar llegan me dicen, “ya están los pantalones”, y yo: “pero si eso son bermudas”. “¡Ah! ¿Pero no eran bermudas?”. “¡No coño! ¿No habéis visto la película? ¡Son pantalones largos!”. Entonces yo tenía unos pantalones largos y dije: “¡Venga!”

Farrucini: El script ha sufrido más que ninguno…

F.C: ¡No había! (risas). Y si hubiera habido es que nos habría hecho la vida imposible…

Farrucini: No hay fallos de racord, palabra de script.

F.C: No, no tiene ni un fallo de racord (risas). Bueno, alguno tendrá… Es el truco de las dos cámaras. Como algunos no eran actores, en ningún momento quisimos que se aprendieran los diálogos de memoria y los repitieran. Cada vez que se rodaba una toma nueva la cambiábamos, la cambiábamos aposta. Es un sistema de producción totalmente distinto al habitual pero que…

Farrucini: ¡Te salva de muchos posibles fallos!

F.C: Claro, pero es que es absurdo no hacerlo así. Pero es que además en España todas las películas se hacen con el mismo patrón: contratas a un director de producción y añaden tres ayudantes, dos auxiliares, cuatro no se qué… y dices, “todos estos, ¿pa’ qué?”. A lo mejor hay películas muy complicadas que los necesitan. Antes se rodaba con muchos menos, si os fijáis en los títulos de crédito, por ejemplo, de El espíritu de la colmena, había 14 nombres.

Nosferatu se rodó con 16 personas de equipo…

F.C: Y Alain Tanner, por ejemplo, en sus películas tenía que negociar siempre, no más de 14. Le produjeron desde aquí, Gerardo Herrero le produjo alguna. Sumaban y a lo mejor le salían 15, y decía, “¿quién es éste?”. “El chófer”. “¿Solo conduce? ¿Y mientras rodamos qué hace?”. “Espera”. “No, no, no quiero a nadie esperando”. Los que esperan desesperan. Son los que incordian (risas). Son los que dicen: “¡Oye, el bocadillo!¡La hora!”. Otro milagro ha sido prescindir de los eléctricos (risas). Los de cámara movían los dos focos LED, que era todo lo que teníamos de luz, y en casos en los que se necesitaba más pedimos focos de garaje…

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Hay mucho de Fernando Colomo en el personaje de Fernando, pero también hay mucho Woody Allen.

F.C: No es voluntario. Me encanta y le admiro, pero creo que aquí las apariencias son más superficiales… Woody Allen, su forma de interpretar, está claramente enfocada a la comedia, y yo era como del método, yo era Stanislavski puro y duro (risas). Pero parte del encanto de que un director interprete es que a sus personajes tenemos que envilecernos lo más que podamos. Yo porque no se me han ocurrido más cosas, pero la primera norma es no autodefenderte.

Pero eso no es lo que hace habitualmente un director… El único que hace eso es Woody Allen.

F.C: Puede ser, puede ser… porque otros directores-actores… ¿de quiénes estamos hablando?

Pueden ser Roberto Benigni, Kenneth Branagh, Orson Welles…

F.C: Sí, esos hacen lo contrario, se ponen muy bien.

Orson Welles aunque haga de villano, es un villano con todo el peso del mundo encima.

F.C: Sí, es cierto…

Supongo que la siguiente es la pregunta que te ha hecho todo el mundo, pero… ¿qué hay de real en Isla Bonita?

F.C: Hay bastante, pero quizá no tanto como se imagina la gente. También el hecho de hacer yo de actor y el hecho de que se llame Fernando lleva a confusión… que se llama así por razones prácticas, porque Miguel Ángel se llamaba Carlos, pero a la cuarta vez que le llamé Miguel Ángel al rodar dije: “te vas a llamar Miguel Ángel” (risas). Y luego además en los flashbacks que aparecen en la película, en uno gritan: “¡Fernando!”.

El detalle de los flashbacks con tus papeles en películas me ha parecido maravilloso…

F.C: Eso ha sido ha sido una especie de marcianada (risas).

¿Te querías hacer un autohomenaje?

F.C: (Risas) Es que de pronto un día digo, “tengo 34 papeles pequeños en películas”, entonces en un momento dado, no en este guión, sino en un guión de estos frustrados que tengo por ahí, quise aprovechar esto. Digo, “pues mi personaje también puede hablar del pasado y puedo utilizar flashbacks míos” (risas). Lo apliqué aquí.

Farrucini: Es un ejercicio de pura empatía que hayas tratado así el tema de tus relaciones, quiero decir: poniéndote en el lugar de tus exparejas.

F.C: Sí, sí (risas). Pero eso no deja de ser una broma. La gente alucina mucho porque han leído que esta película es autobiográfica, entonces de pronto hay tres flashbacks y salen unos actores haciendo unas cosas, y dicen: “claro, eso es!”, no, ¡eso es lo que no es! (risas).

Farrucini: Claro, de hecho el juego es inventarse esas posibles respuestas.

F.C: Claro, claro. Yo cuando lo hice elegí esos trozos, pero podría haber elegido más, tenía una película con Verónica Forqué, con Penélope Cruz, pero esos eran los que se adaptaban más.

Farrucini: Pero me refiero más a la conversación que tu personaje tiene con Olivia sobre sus relaciones, en las que te da una especie de “lección”.

F.C: Ya… Eso es para que no me critiquen… (risas).

Farrucini: Has comentado que esta película ha sido una terapia, como lo fueron las primeras, en una terapia se supone que te sanas, ¿qué te llevas de este viaje en ese sentido?

F.C: Yo creo que he avanzado mucho. Este tipo de retos, porque te pones muy a prueba, te pueden pasar factura por un lado o por otro. Yo creo que hasta ahora está pasando la mejor factura del mundo. Recibo el feedback de que ha gustado. Y estoy orgulloso… Recuerdo que cuando terminé la película iba en el metro y decía: “soy la hostia!”. Luego pasa el tiempo y se te olvida.

Farrucini: ¿Te planteas entonces seguir haciendo un cine ‘más libre’ de aquí en adelante? Venías de hacer otra película que fue muy complicada, todo lo opuesto a esta… La Banda Picasso.

F.C: Todo lo opuesto, sí… Fue una película que costó muchísimo, el guión, todo, levantarlo… Venía también de hacer una serie en Telecinco en la que se apilaban los guiones. Y ya tenía una necesidad, porque dices, “joder, la vida no puede ser esto. Si esto es el cine, vaya mierda, ¿no?”

Isla Bonita

Farrucini: Me ha recordado a la última película de Jonás Trueba

F.C: No la he visto, pero… Jonás tiene la educación de su padre, así que imagino que también la mía: la Nouvelle Vague, la Nouvelle Vague y la Nouvelle Vague.

Es una visión fresca pero mantiene ese espíritu del principio, ¿ha salido así porque sí, o es premeditado?

“Si no hubiese tenido la experiencia de ‘La línea del cielo’ a lo mejor no se me habría ocurrido hacer esto”

F.C: Posiblemente si no hubiera tenido la experiencia de La línea del cielo a lo mejor ahora no se me habría ocurrido esto. Es verdad que de vez en cuando se te ocurren ideas, pero luego dices, “sí pero, ¿a quién le vendo esto?”, entonces las abandonas. Esta no la abandoné porque dije, “no se la voy a vender a nadie, así que vamos a intentar hacerlo”. De hecho le dije a mi amigo: “si conseguimos 20 mil euros la hacemos”. Necesitábamos una pequeña cantidad que nos justificase para luego hacer lo demás entre nosotros. Luego, en el momento de las negociaciones conseguí 40, y luego… estaba comiendo con un amigo y me dijo: “oye, ¿qué planes tienes?”. “Estoy pendiente de conseguir 20 mil y en cuanto tenga los 40 hago una película”. “Pues yo te pongo los otros 20 y si te falta te pongo 10 más”. De pronto tenía 70 mil… así que a rodar. Pero no podríamos haber hecho esta película si no fuera por el equipo mínimo… Por eso tampoco es un buen sistema. Si de pronto la película va bien y todo el mundo cobra pues bien, puedo incluso hacer una segunda.

¿Te propusiste hacer crowdfunding?

F.C: Llegué a pensarlo, pero entre que no me aclaro mucho con estas cosas… se lo dije a mi hijo… y en principio la idea era haber hecho crowdfunding pero para la posproducción, pero estuvimos barajando varias cosas y al final pues no.

¿Estás ya pensando en próximos proyectos?

F.C: Estoy con un guión que me ha encargado un productor, que es Fernando Bovaira de Mod Producciones, estoy trabajando con Joaquin Oristrell y Yolanda García Serrano. Es una comedia… Y esto es gracias a Ocho apellidos vascos, porque hace dos años no había mercado. ¡Ahora hay productores que me proponen cosas que antes no me proponían! Yo creo que Ocho apellidos vascos ha cambiado las ideas, de ver que se puede ganar mucho dinero con la comedia.

¿Volverías a trabajar para una cadena?

F.C: ¡Sí! No solamente volvería a trabajar sino que tendré que trabajar, desgraciadamente no tengo padrino, yo más que padres lo que tengo son hijos. Si tuviera padres que me mantuvieran no trabajaría en una televisión.

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