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Entrevista a Diego Lerman, director de ‘Refugiado’

“El punto de partida de Refugiado tiene que ver con algo muy concreto que viví”

 

Diego Lerman ha demostrado que para retratar la violencia en el cine no es necesario mostrarla explícitamente. El cineasta argentino propone con Refugiado acompañar a una madre y a su hijo pequeño en su viaje hacia la libertad, en su huida de la violencia doméstica, del maltrato. Pone especial énfasis en la mirada inocente de ese niño pero sin obligarle a dramatizar, dejándole simplemente ser lo que es: un niño. Es por eso que, a pesar de la dureza de la historia y la tensión impregnada en ella, Refugiado es una película luminosa y espontánea y ante todo esperanzadora.

Lerman nos ha contado los secretos de su historia, una historia que comenzó a rodar sin terminar de escribir… comenzó sin un final y consiguió que al final el final fuera el principio.


Me llama la atención que hayas estudiado –entre otras cosas- arte dramático. Pero nunca te has puesto delante de la cámara, ¿no?

No… muy al principio hice unas obras de teatro de actor…

Me gustaría saber cómo incorporas esa formación a la hora de hacer tus películas, imagino que te ayudará a crear a los personajes.

Bueno fue una idea más primitiva, de decir: si quiero dirigir a un actor tengo que ser consciente y no me lo van a explicar en una escuela de cine, si no lo vivo no tengo idea. Eso me hizo estudiar… Era muy complicado convivir con las dos cosas, pero después estudié dramaturgia y lo que sí hago es dirigir teatro, son lenguajes distintos, y es muy distinto dirigir un película que dirigir una obra de teatro, pero me sirve, se complementan.

Rodaste con un guión que no habías cerrado del todo, ¿qué ventajas y qué desventajas tuviste al hacerlo de este modo?

No era la primera vez que lo hacía así, y fueron todo ventajas, la verdad. Yo había hecho una serie que se estrena ahora, trece capítulos de una hora, y por el vértigo de la televisión muchas veces terminaba escribiendo y reescribiendo los guiones durante el rodaje mismo. Eso me dio como un training y una confianza también. Yo quería con esta película, que la filmamos cronológicamente, como terminar de atravesar la experiencia y el viaje de los personajes y ahí entender un poco más cómo debía cerrar. Tenía diferentes hipótesis y me era muy fácil escribir un final, pero había algo, no sé si de estrategia o de voluntad, de intentar que los que se embarcaban en la película, tanto actores, equipo técnico, como los coproductores mismos, entendiesen qué tipo de proyecto era. Como estaba centrado en un nene, que en el mejor de los casos me iba a hacer caso en muchas cosas pero en otras iba a aportar lo suyo, y del producto de todo eso iba a surgir la película entonces quería ser muy claro en qué tipo de proyecto era. Que no tenga las últimas diez páginas lo que me hizo fue como depurar muy rápidamente a aquellos que no estaban dispuestos a embarcarse en un guión inacabado, no estaban dispuestos, a mi entender, a entrar en un proyecto como éste; y aquellos que sí, bueno, entendían cuál era mi tipo de búsqueda. Entonces fue muy positivo, y realmente después, en la construcción misma del final las últimas dos semanas de rodaje estaba escribiendo al mismo tiempo que filmaba, pero a la vez me hizo tomar mucha conciencia de la búsqueda de ese final que necesitaba. Incluso fue el primer rodaje de las cuatro películas que hice que terminé antes de tiempo, me quedaban tres días de rodaje y yo decía: “bueno esto ya está, es este el final”. Me sugerían filmar alguna alternativa y decía “no tiene sentido” porque ya entendía que había encontrado el final y que no… no sé.. Decía: “filmemos un corto, cualquier cosa” (risas), pero la película termina acá. Hasta el día de hoy no me arrepentí, lo veía con mucha claridad. Fue un proceso de mucha preparación, investigación que llevó mucho tiempo, y después el rodaje y la posproducción fueron mucho más rápido pero también ha partido de todo ese proceso previo.

Has hecho un trabajo de documentación inmenso… leí que incluso llegaste a grabar en un refugio real, ¿es cierto?

No, el sitio es reconstruido…

Quizá sea un motivo duro, pero… si lo puedes contar, ¿qué es lo que te impulsó a trabajar en ese guión?

“Fui a distintos refugios, había mujeres de clases bajas, medias y altas, la violencia está instalada en la sociedad en distintas esferas”

La anécdota yo la cuento. El punto de partida inicial tiene que ver con algo muy concreto que viví. Un día a la mañana llegando a la productora donde trabajo en la puerta, en la calle, estaba el tránsito cortado, había sangre, mucha sangre, había varios medios de comunicación, cámaras, periodistas, etc; y la policía… Cuando pregunto qué había pasado me cuentan que un hombre disfrazado de viejo, con una barba postiza, le había disparado a su ex mujer ocho tiros. Vació el cargador ahí, en la puerta de nuestro trabajo. La mujer venía de dejar a los hijos de ambos en la escuela que estaba en frente y bueno… ese fue el primer shock y el primer link concreto con la temática. Si en la puerta donde trabajás pasa eso, algo te preguntás. A partir de ahí, fue seguir un poco el caso. La mujer sobrevivió, estuvo internada bastante tiempo. El hombre se quiso suicidar fallidamente y lo atraparon, lo llevaron preso y lo juzgaron y murió en la cárcel el año pasado. A partir de ahí empecé a entrevistar a mujeres que habían sufrido ese tipo de historias, que estaban en refugios. Fui a refugios de distintos lugares, vi que era una temática que atravesaba a distintas clases sociales, que había mujeres de clases bajas, medias y altas, vi que estaba instalado en la sociedad en distintas esferas. A partir de esos testimonios muy íntimos, desgarradores en muchos casos, de mucha necesidad, emprendí con más decisión la idea de hacer un guión y después una película.

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¿Por qué involucrar a un niño de siete años para contar un tema tan delicado?

Me interesaba mucho contarla desde el lado de un nene, desde ese punto de vista, con esa mirada medio de inocencia y sabiduría al mismo tiempo que tienen los nenes, esa necesidad de absorber el mundo desde ese lugar de la ingenuidad máxima y el mayor sentido común. En el mundo adulto damos por hechas cosas, que el mundo funciona como funciona, y de golpe un nene lo pregunta desde ese lugar inocente y bueno y es casi una mirada como revolucionaria, de decir: funciona así, pero, ¿por qué darlo por hecho? Las injusticias, la existencia del dinero, la existencia de diversas cosas del orden de lo cotidiano… Ahí había una mirada cruzada con toda esta investigación desde la cual me interesaba construir una película, fue un trabajo de guión de un año y medio más o menos.

Está planteada como una road movie doméstica, una idea de viaje entre una madre y un hijo que escapan forzados por una situación de violencia. Y por otro lado tomé una decisión que era omitir la violencia explícita, que quede fuera de campo la violencia más concreta. Finalmente esa es la idea más reducida de la violencia, pues está instalada, de hecho es lo que se intenta mostrar en la película, no solo en el personaje del padre, sino de la madre y del nene en concreto, esa violencia de alguna manera es la disolución de una familia. Esa familia puede ser la célula de una sociedad, de la sociedad concreta a la que hace referencia la película, a la Argentina actual. Dejé fuera de campo también al hombre, como fuerza dramática omnipresente sin un rostro concreto para que el espectador lo deba construir… y también como una idea de diferenciarse. No sé acá, pero en Argentina hay relatos, cuando estos casos son diarios, son muy seguidos y aparecen en los medios, que generan a mi entender un vaciamiento finalmente porque es como si se quedasen en la anécdota amarillista y medio tremenda de “si fueron ocho o diez puñaladas, si fue en el cuello o en la pierna, si la prendió fuego o la tiró por el balcón”, como si eso fuera el final. La película lo que intenta es todo lo contrario, eso es el comienzo y no importa tanto eso, sino todo lo que sigue, o al menos en eso hace el foco.

Has llegado a decir que trabajar con niños es impredecible. ¿Ha sido tan impredecible con Sebastián Molinaro? Dado que la temática es dura… ¿él era plenamente consciente de lo que estaba interpretando?

“Sebastián era un nene muy difícil para lo cinematográfico porque necesitaba mucha contención pero a la vez tenía una gran sensibilidad”

Mira él tenía ese lugar, muy especial y singular, una capacidad de juego y de inventiva, incluso para un nene de esa edad, muy singular, muy particular. Era ideal para la película porque estaba con un pie en la conciencia de aquello que se estaba contando y con otro en su mundo y le importaba un coño lo que hacíamos nosotros (risas). Le encantaba cuando filmábamos en Tigre porque nos quedamos a dormir allí, íbamos a pescar por la mañana… Era como esa mezcla, pero justamente era esa la apuesta al elegir a Sebastián cuando apareció en el casting, porque era un nene muy difícil para lo cinematográfico porque necesitaba mucha contención porque tenía mucha energía y mucha dispersión, pero a la vez tenía una gran sensibilidad. No tenía la capacidad de ver, como un nene obediente como había otros, de “bueno parate ahí, sentate y deci esto”, ¡sino que era un caos! Pero de golpe eran cosas fabulosas las que proponía, tal vez intuitivamente. Apostamos a que eso iba a ser algo positivo más que negativo y bueno nos la jugamos, pero fuimos hacia ahí y la verdad que estuvo bueno.

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La protagonista está pendiente del teléfono móvil en todo momento, es un elemento muy importante, ¿por juegas con ese objeto?

Esto salía un poco de los relatos, de los testimonios. Por ejemplo, en el refugio cuando entran no es tanta la presencia de los celulares porque se los sacan, solo pueden volver a conectarse cuando salen. Es esa tentación de volver, de llamar, de comunicarse. Hay alguien al acecho. Es casi como que el móvil fuese el padre, está trabajado desde ahí. Y tirar al ‘padre’ es… bueno, es cierta analogía de la desconexión absoluta. Si no sabe dónde están, no le decimos, no se va a enterar, pero si a la noche de golpe le mandas un mensaje se entera. Está trabajado desde ahí, pero ese elemento lo tomé de varios testimonios donde me contaban esto. En estos momentos de separación o de crisis, hay mucha dependencia del celular, de los mensajes, es casi algo como hasta agresivo en su cantidad de llamadas, de insistencia…

Quieren huir pero no se desprenden del mayor impedimento…

Es que la realidad es muy contradictoria. La verdad es que ahí va la complejidad, porque viviéndolo desde fuera parece fácil, te vas y chao, pero es mucho más complejo, hay miedos, hay inseguridades, hay dependencia afectiva, económica. Muchas veces, en muchos de los casos, la primera estrategia es aislar a la mujer, que no vea a las amigas, que no vea a la familia. Se terminan quedando muy recluida. También hay miedo a la reacción posterior, algunos toman de rehenes a los hijos… Es un abanico muy complejo, creo que el que no lo vive es muy ajeno, es casi como una adicción. Dices, “bueno, no tomes más esto y vas a estar bien”, pero al que está viviendo eso no le es tan fácil.

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