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Fragmentación del horror… fuera de campo

L

os “Sonderkommando” eran prisioneros de los campos de concentración encargados de limpiar las cámaras de gas y de deshacerse de los cadáveres. Saúl Ausländer es uno de ellos y este filme narra dos días de su vida en Auschwitz.

El hijo de Saúl (2015), que dura 107 minutos, es el primer largometraje del húngaro László Nemes, discípulo de Béla Tarr. Ha sido bendecido por la crítica y se ha llevado el Gran Premio del Jurado y el Premio Fipresci en la última edición del Festival de Cannes.

La película rompe algunos puntos de vista con los que se ha afrontado hasta ahora el cine del Holocausto. No es un drama al estilo La lista de Schindler (1993), que enseñe de forma coral las historias vividas en el campo. Tampoco es una propuesta formal sin más pretextos. Si buscamos una referencia, estaría más cerca del terrible documental de Alain Resnais Noche y niebla (1955), porque evoca esas escenas cotidianas del campo, más propias de una fábrica. El trabajo en cadena, la acumulación de objetos personales, de cuerpos. Sin dramatismo.

El hijo de Saúl_2

Laszlo Nemes utiliza los 4:3, pone en el centro un primer plano del protagonista y nos cuenta la historia desde ese lugar. De forma que, el horror del Holocausto está fuera de campo o desenfocado. Y solo podemos percibirlo por partes. Un asesinato en un segundo plano y borroso, un movimiento esquizofrénico de la cámara en una escena de tortura, una pira de cuerpos oculta por el humo y la ceniza, una secuencia únicamente descrita por el sonido ambiente. Es el horror fragmentado. Que termina de construirse en la mente del espectador. Una historia de miedo impresionista. Porque, ¿con qué imágenes contamos realmente del holocausto? ¿Acaso lo que sabemos de lo que ocurrió allí no es un relato a pedazos?

Esta decisión formal de Nemes, nos introduce en el campo de concentración son solvencia ya en la primera escena de la película, que recuerda (mucho) al Béla Tarr de Sátántangó (1994). Un plano secuencia con sonido ambiente. El protagonista hace algo mecánico. Parece que está guiando a algunas personas que acaban de bajar de un tren. Son prisioneros. Los lleva a una cámara de gas. Vamos detrás de la nuca de Saúl por donde él nos lleva. A veces, parece un plano subjetivo. Vamos a vivir el horror desde su punto de vista.

Durante toda la película, Saúl, interpretado por un hermético Géza Röhrig al que casi no oímos hablar, intentará enterrar por el rito judío a un niño que parece ser su hijo. Un hijo al que no ha salvado, pero al que puede despedir con un acto digno. Así que este padre, como una Antígona de 1944, hará un viaje hasta el infierno (hay una escena en la que Nemes dibuja el infierno de forma magistral) para organizar el sepelio.

Conforme avanza esta trama, se desarrolla otra de rebelión dentro del campo. Los prisioneros se organizan para salvar lo que queda de sus vidas y escapar por medio de un motín. Es la supervivencia física. Diferente a la que ansía Saúl Ausländer, empeñado en conseguir una supervivencia moral.

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· Año: 2015
· Duración: 107 min.
· País: Hungría
· Director: László Nemes
· Guión: László Nemes, Clara Royer
· Fotografía: Mátyás Erdély
· Música: László Melis
· Reparto: Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting

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